MADRID. Pese al interés de Bruselas en convencer a los ciudadanos de la UE de que estas elecciones son diferentes y de que voten en clave europea, la campaña en la mayoría de los 28 se ha centrado, una vez más, en asuntos e intereses nacionales.

 

En Alemania, la economía y la crisis del euro son los temas predominantes en la campaña electoral, como ya fueron los hilos conductores del debate político de las legislativas del pasado septiembre.

 

La Unión Cristianodemócrata (CDU) de la canciller Angela Merkel y el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), los dos partidos mayoritarios que gobiernan en una gran coalición, inciden en lograr una Europa “fuerte” y en fomentar el “crecimiento” y la creación de “empleo”.

 

Los conservadores bávaros socios de Merkel han sido los autores de algunas de las propuestas más polémicas, como la necesidad de restringir el acceso de los ciudadanos comunitarios a determinadas prestaciones sociales ante el temor a la que denominan “inmigración de la pobreza” de rumanos y búlgaros.

 

En un momento de incertidumbre en la política italiana, con la reciente presentación de reformas laborales y constitucionales, las elecciones europeas se han convertido en una prueba ante unas hipotéticas elecciones generales.

 

El combate contra el desempleo o las perspectivas de recuperación del crecimiento del país han sido el eje central de los debates.

 

Mientras el Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo defiende en su campaña la salida del euro, el primer ministro Mateo Renzi ha pedido una Europa que apoye una política del crecimiento y abandone la austeridad pero también “que mire al Mediterráneo”, en referencia a las llegadas masivas de inmigrantes por el sur.

 

En Francia, una encuesta del instituto demoscópico “Ipsos” del pasado abril indicaba que el 40 por ciento de los franceses optará por el partido que plantee las mejores políticas para su país.

 

Sólo un 16% se decantará por el partido que tenga el mejor proyecto europeo y un 13 % votará contra la manera en que se está gestionando la política francesa.

 

En el Reino Unido, el debate está centrado en la inmigración y en el referéndum prometido por el primer ministro británico, el conservador David Cameron, sobre la permanencia o salida del país de la Unión Europea (UE) en 2017, siempre que su partido gane las generales en 2015.

 

En las últimas semanas, el tema de la inmigración ha cobrado fuerza por el avance en los sondeos de opinión del Partido de Independencia del Reino Unido (UKIP), cuyo líder, el populista Nigel Farage, ha lanzado una agresiva campaña de críticas contra los trabajadores extranjeros y la burocracia de la UE.

 

En Grecia la campaña ha cobrado un carácter relevante por coincidir con las elecciones locales y regionales, en las que la coalición de conservadores y socialdemócratas dirigida por el primer ministro Andonis Samarás puede jugarse su supervivencia política.

 

El práctico empate de los conservadores de Nueva Democracia de Samarás y de la izquierda radical de Syriza, liderada por Alexis Tsipras, sumado a la caída en picado de los socialdemócratas han conferido un dramatismo especial a estas últimas semanas de campaña.

 

Las elecciones europeas pasan prácticamente desapercibidas en Polonia, donde la atención de medios de comunicación, ciudadanos y políticos se concentra casi exclusivamente en la crisis de la vecina Ucrania y en el temor a lo que llaman “neoimperialismo” ruso.

 

El escenario de discurso casi prebélico ha servido sin embargo para que el partido que gobierna Polonia, la formación de centro-derecha Plataforma Ciudadana, haya experimentado una rápida recuperación en las encuestas después de largo tiempo por detrás del principal partido de la oposición, el conservador-nacionalista Ley y Justicia.