Algo “extraño”, por decirlo de alguna manera, está pasando con la información que distribuyen algunas dependencias del gobierno. Por ejemplo, informan que cada mes se crean nuevos empleos, y al día siguiente el INEGI parece desmentirlos diciendo que la tasa de desempleo se incrementó en el mismo periodo que presumen aquellas. Lo mismo dicen de algunos programas, como el Régimen de Incorporación Fiscal al que los trabajadores informales se han incorporado; hablan de millones, cuando algunos especialistas afirman que ha sido un fracaso porque carece de incentivos reales.
¿En qué consiste el régimen de incorporación?, preguntan los bisoños. El secretario de Hacienda, Luis Videgaray, lo ha definido de la siguiente manera: será aplicable a personas físicas con actividad empresarial y con ingreso de hasta dos millones de pesos al año, es decir, a la parte más amplia de la base de contribuyentes. De lo que se trata es de generar un periodo largo de transición de 10 años, en el cual de manera muy gradual empezarán a pagar impuestos. De entrada, en el primer año, quien se incorpore a la formalidad a través de este nuevo régimen no pagará un peso de impuestos; cubrirá sus obligaciones solamente si le da al SAT la información de ingresos y de gastos especifica y abunda: particularmente, lo que nos interesa saber es a quién le está realizando compras, porque algo interesante es que el costo fiscal de la informalidad no está en las empresas informales. El costo recaudatorio de la informalidad está en aquellas empresas formales que le venden a los informales y por lo tanto son ingresos que no están a la vista de la autoridad tributaria. Por ello, la información que podemos obtener de quienes realizan actividad económica informal puede ser un insumo muy importante para elevar los niveles de recaudación respecto al resto de la economía. Y al tiempo que tenemos esa transición, durante este periodo de 10 años, quienes opten por el régimen de incorporación podrán acceder de forma subsidiaria, es decir, a menor costo, a la seguridad social, a la pensión por retiro, al seguro de desempleo, a los servicios médicos del Instituto Mexicano del Seguro Social, y por supuesto, al crédito de la banca de desarrollo y también de la banca comercial. El régimen de incorporación es un instrumento de política pública para formalizar a los contribuyentes que no habían tenido el respaldo del gobierno mexicano nunca, presumen las autoridades.
Y resulta que, como por arte de magia, al mes de marzo pasado más de 4 millones de contribuyentes se habían inscrito en dicho programa, según el Servicio de Administración Tributaria. De esa cantidad, tres millones 594 mil 265 provenían del régimen de pequeños contribuyentes que migraron de manera automática al nuevo régimen, y 468 mil 856 iniciaron operaciones este año. A todos ellos, la autoridad fiscal les reconoce la voluntad y la confianza (y su valentía, acota el columnista) que han depositado en el Estado mexicano al incorporarse a este nuevo régimen y comprobar sus beneficios en el crecimiento o inicio de sus negocios y el bienestar de sus familias. El Régimen de Incorporación Fiscal es el inicio de una historia de miles de contribuyentes que apuestan por la formalidad y a cambio esperan el beneficio de tener créditos, facilidades, apoyos y acceso a la seguridad social, buscando crecer en sus ventas y mejorar así su calidad de vida, afirman los del SAT.
¿Y por qué si cientos de miles de informales se incorporaron a dicho régimen, el INEGI reporta que cada vez hay más informales?, preguntan los suspicaces. Según el mencionado instituto, en el primer trimestre de este año, 28.7 millones de personas se encontraban laborando en alguna de las modalidades de la economía informal, lo que representó un incremento de 0.3 % respecto a igual periodo de 2013.
Algunos especialistas afirman que los incentivos que otorga el Régimen de Incorporación Fiscal no son suficientes, por lo que los informales prefieren seguir en esa condición donde son felices pues no le rinden cuentas a nadie, mucho menos al fisco. O sea que eso de la seguridad social, el ahorro para el retiro, el acceso a créditos de la banca comercial y de la “banca del subdesarrollo” no les interesa.
¡Que alguien explique el asunto!, ¿no? Porque si no lo hacen vamos a pensar que nos están “choreando”.