PARÍS. La directora del diario Le Monde, Natalie Nourgayrède, presentó hoy su dimisión, tras no haber podido ganar el pulso que mantenía con la redacción en pleno proceso de transición digital y que había provocado un goteo constantes de bajas en el seno de la dirección.

 

La salida de Nourgayrède del prestigioso vespertino, que este año celebra su 70 aniversario, se produce 15 meses después de su llegada al puesto, vacante por el repentino fallecimiento de Erik Izraelewicz víctima de un paro cardiaco cuando se encontraba en la redacción.

 

Supone un nuevo capítulo en el conflicto entre la dirección y los redactores, con el telón de fondo del proyecto de potenciar la sección digital en detrimento del papel.

 

En los últimos días, el duelo se había cristalizado en la dimisión el 6 de mayo de siete de los diez redactores jefe del diario, en protesta por los planes de la jerarquía del rotativo.

 

Tres días más tarde, Nourgayrède provocó la salida de sus dos adjuntos, muy criticados en la redacción.

 

Desde entonces, la directora trató de formar un nuevo equipo directivo, pero el divorcio con la redacción ya se había consumado y no lo logró, lo que fundamentó su dimisión.

 

“La voluntad de ciertos miembros de ‘Le Monde’ de reducir drásticamente las prerrogativas de la directora del diario es para mí incompatible con la misión y conduciría de forma profunda y duradera a debilitar la función”, escribió hoy Nourgayrède en un correo electrónico enviado a todos los trabajadores del grupo.

 

Refrendada por casi el 80 por ciento de los periodistas en marzo de 2013, la directora constató que no contaba con el respaldo de la redacción a la hora de poner en marcha su plan de potenciación de la versión digital del diario.

 

El mismo preveía, entre otras cosas, que algo más de medio centenar de periodistas que actualmente elaboraban el vespertino de papel pasaran a la redacción de internet.

 

Algunos sindicatos consideraban que se trataba de un proyecto para reducir el tamaño de la redacción.

 

Además, los periodistas obligaron a la dirección a retrasar hasta septiembre próximo el lanzamiento del nuevo formato de la cabecera, previsto inicialmente para abril pasado y que puede incluir una edición matinal para dispositivos móviles.

 

“Los ataques directos y personales a la dirección y a mi acción me impiden poner en marcha el plan de transformación que presenté a los accionistas y que precisa de un acuerdo amplio de la redacción”, señaló Nougayrède en su carta de renuncia.

 

Los problemas que atraviesa “Le Monde” se asemejan a los que tiene “Libération”, otra de las cabeceras clásicas de los quioscos franceses.

 

Los periodistas de este diario, fundado en 1973 por el filósofo Jean-Paul Sartre, mantienen un conflicto con los accionistas, que pretenden cambiar todo su funcionamiento para, según ellos, adaptarlo a las nuevas tecnologías.

 

Pero los periodistas consideran que su único objetivo es sacar el máximo beneficio posible del prestigio del matutino y acabar con su labor puramente informativa.

 

El debate no es tan crudo en “Le Monde”, donde en ningún momento se ha hablado de prescindir del papel, pero el proyecto parece encontrar poco entusiasmo en la redacción.

 

Nougayrède es, además, acusada de rigidez y de falta de comunicación, al tiempo que se considera que el diario ha tomado una cierta deriva liberal, desde sus tradicionales posicionamientos de centroizquierda.

 

Todo ello ha acabado con la etapa de la primera mujer que se hizo con las riendas del vespertino, fundado en 1944 por impulso del general Charles de Gaulle.

 

Periodista de raza, forjada durante años en la corresponsalía de Moscú, donde sus reportajes sobre Chechenia le valieron el prestigioso premio Albert Londres, Nougayrède fue aplaudida a su llegada al puesto porque suponía el ascenso de un miembro de la redacción.

 

Con el tiempo, el divorcio se fue agrandando hasta provocar la ruptura definitiva.

 

Los tres principales accionistas de la cabecera -el empresario de telecomunicaciones Xavier Niel, el banquero Matthieu Pigasse y el inversor Pierre Bergé, expareja sentimental del modisto Yves Saint-Laurent- deben negociar ahora con la redacción el nombramiento de un nuevo director.