“Estamos en el momento idóneo para la renovación. La próxima Cumbre en Veracruz será un nuevo inicio para la Conferencia Iberoamericana; juntos, podremos consolidarla como un mecanismo siempre vigente, en favor de las generaciones de hoy y de mañana. Lo que empezó hace poco más de dos décadas, es hoy un mecanismo sólido y de relevancia mundial. Estoy convencido que la Conferencia Iberoamericana debe renovarse y consolidarse como un mecanismo con visión innovadora y acción efectiva”.

 

Lo anterior fue expresado por el presidente de México, Enrique Peña Nieto, el pasado mes de marzo, en ocasión de la ceremonia en la que la política y economista costarricense Rebeca Grynspan recibió la Secretaría General Iberoamericana (Segib) de manos del internacionalista uruguayo Enrique V. Iglesias, primer secretario general, nombrado en 2005.

 

En su momento, Grynspan manifestó que el espacio iberoamericano es una realidad mas allá de afiliaciones, que abarca cerca de 10% de la población mundial (alrededor de 650 millones de personas) que comparten comunidades lingüisticas, visiones del mundo, sentimientos, valores y aspiraciones.

 

La secretaria general afirmó que “constatar que tenemos un pasado en común y un presente en común, no es suficiente. Es necesario imaginar juntos el futuro de manera consciente,el futuro de Iberoamérica, respondiendo a un escenario cambiante que nos obliga a reinventarnos”.

 

El empeño y la voluntad política del gobierno de México frente a este propósito de renovación y de definición de prioridades serán de suma importancia, ya que ostenta la secretaría pro témpore de la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, cuya reunión número XXIV se realizará en Veracruz en diciembre próximo. Ante la nueva realidad global, a nuestro país le corresponde, conjuntamente con la Segib, lograr que las decisiones políticas se den en un marco de cooperación horizontal, mejorar los mecanismos de trabajo, diálogo, seguimiento y evaluación de iniciativas y programas, consolidar los resultados obtenidos y proponer acciones para enfrentar los desafíos derivados de los cambios que, desde 1991, ha habido en América Latina y en la Península Ibérica.

 

Hay que resaltar que América Latina ha mantenido un periodo de crecimiento y ha mostrado fortaleza ante la crisis financiera y económica de 2008, lo que ha reducido las asimetrías que existían con España y Portugal al inicio de las Cumbres. Además el escenario latinoamericano se ha enriquecido con nuevos foros de integración: Unasur, Celac y Alianza del Pacífico.

 

En un mundo globalizado, la Conferencia Iberoamericana está obligada a participar de manera activa en los escenarios de debate y toma de decisiones. Su renovación debe convertirla en una herramienta que responda a las necesidades y a la convivencia de los diferentes intereses de las naciones que integran el espacio iberoamericano pero que no se detenga ahí, sino que también sea capaz de influir más allá de su ámbito regional y de contribuir de manera determinante a la definición de la agenda para el desarrollo del siglo XXI, a fin de alcanzar un orden mundial más sostenible y estable, más justo y equitativo.

 

*Secretario de Asuntos Internacionales del CEN del PRI

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