Ni por mucho estamos hablando de la mejor selección brasileña. Incluso algún quisquilloso podrá aseverar que se trata de una de las peores.

 

Se dio a conocer la lista de convocados por el director técnico Luiz Felipe Scolari y quedó la impresión de que si la verdeamarela aspira a ser campeona del mundo, su pilar ha de ser jugar en casa.

 

Paradojas de la vida y ciclos del futbol, si una línea luce poderosa en este scratch du oro es la baja, tan distinto a épocas anteriores en las que Brasil buscaba cuadraturas al círculo para disimular sus carencias defensivas.

 

Difícilmente puede encontrarse una central tan sólida como la conformada por Thiago Silva (Paris Saint Germain) y David Luiz (Chelsea). A su lado, además, laterales tan connotados como el barcelonista Dani Alves y el madridista Marcelo. Por ahí aparecen las primeras críticas a esta lista final: que ni Joao Miranda ni Filipe Luiz, ambos elementos del sorprendente Atlético de Madrid, han sido elegidos.

 

Sin embargo, esas decisiones no cambian demasiado lo que presentará Brasil. La verdadera inconformidad o incertidumbre de la afición brasileña viene con nombres que no habían estado en buena parte del proceso y muchos esperaban que fueran sumados de última hora: Ronaldinho, Kaká, Robinho, Lucas Moura, Philippe Coutinho.

 

Ronaldinho sigue siendo, con el perdón de los adoradores de Neymar, el brasileño con mayor talento, magia, don para desequilibrar un partido, aptitudes todas sepultadas por su indolencia, su indisciplina, su dejadez. Cuando previo a Alemania 2006 reinaba por encima de todos los jugadores del planeta, pocos habrían podido predecir que sería su último Mundial. Dunga le excluyó de Sudáfrica 2010, así como Scolari no ha querido ceder a las súplicas  de quienes ven en él al genuino heredero del jogo bonito.

 

Kaká, ni duda cabe, no ha retomado su mejor nivel, mas se auguraba un regreso con base en lo que aportaría en términos de experiencia y serenidad, sobre todo si se considera la presión que recaerá sobre este representativo.

 

Robinho ni siquiera es titular en el Milán, aunque esta apuesta se apegaba a la cercanía y entendimiento que tiene con Neymar (lo que no bastó).

 

Y en el caso de Coutinho y Lucas, eran más considerados por los pronósticos extranjeros que por los locales.

 

En resumen, que Scolari ha convocado a lo que tiene, que no es tanto como antaño. Basta con comparar a este Brasil con el que dirigió en 2002, cuando prescindió de Romario y fue campeón: el resurgido Ronaldo, el consagrado Rivaldo, el joven Ronaldinho, más Denilson, Juninho, Edmilson, Gilberto Silva, Roberto Carlos, Cafú, Lucio.  O con el del 2006: los mismos Ronaldo y Ronaldinho, más elementos de la élite europea en aquel momento como Adriano, Kaká, Robinho, Emerson, Juninho Pernambucano, Ze Roberto. Ya para Sudáfrica 2010 era un Brasil muy disminuido en creatividad y contundencia, circunstancia que parece incluso haber agravado.

 

Muy repetida es la anécdota del Mundial México 70, que bien puede ser visto como el máximo esplendor alcanzado por el balompié verdeamarelo. Si para el común de las selecciones es difícil hallar un crack con características de 10, aquel Brasil tenía hasta cinco y les buscó acomodo. Fueron reunidos en la habitación de Pelé, donde se les conminó a adaptarse a lo que fuera. Rivelino se pegó a la izquierda, Jairzinho se adelantó, Gerson a la derecha, Tostao con más sacrificio y Pelé como eje.

 

Tiempos diferentes, otra selección brasileña, aunque no sería raro que con un plantel mucho más discreto, el scratch logre levantar la Copa FIFA en Maracaná.

 

 

 

 

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