Que el campeonato mexicano haya entrado a su fase primordial y sea poco lo que se le dedica en los medios al respecto, es atribuible a varias lecturas y razones.

 

La primera, que es cada vez menos lo que se habla de futbol, si por futbol entendemos lo que acontece estrictamente en esos noventa minutos. El pre y el post se han impuesto, pero sobre todo el alrededor y el opinionismo, la interpretación, malinterpretación y reinterpretación. “La pelota es redonda, el partido dura noventa minutos y todo lo demás es teoría”, apuntaba el director técnico alemán Sepp Herberger… Aunque si lo demás es teoría, es una teoría cada vez más desapegada de la práctica.

 

El asunto es que este miércoles abren las semifinales con la visita del Santos a Pachuca, pero la atención sigue volcada a la eliminación de los cuatro que injustamente acaparan los reflectores.

 

El Guadalajara, fiel a su nueva costumbre, no accedió a la liguilla, mas tuvo la capacidad de incluso robar algo de atención a las semifinales de la Champions League: si La Volpe, si la podóloga, si Jorge Vergara, si lo que dice el acta de denuncia filtrada, si hay pruebas, si hay intenciones ocultas, si busca nuevo director técnico en la persona de Víctor Manuel Vucetich.

 

El Cruz Azul que sólo se quitará de encima este estigma siendo campeón del futbol mexicano: los esotéricos hablando de maldiciones, los críticos de haberse echado atrás, los dolidos de que ser superlíder no sirve para nada (como si apenas lo hubiéramos descubierto), los irónicos de que llegará a los dieciocho años –toda una mayoría de edad– sin título de liga.

 

El América que nunca convenció con Antonio Mohamed en el banquillo: la nostalgia de Miguel Herrera, la transformación de un cuadro poderoso y compacto en una predecible coladera de balones rivales (que no es sólo por culpa de Mohamed, sino también por la irregularidad inherente a nuestro futbol: quien jugó bien medio año atrás, no suele mantener tal nivel al siguiente certamen).

 

Los Pumas, de caras muy cambiantes en este torneo y arrollados por el Pachuca, lo que recordó a muchos que no hay tal satisfacción con José Luis Trejo en los controles (entrenador que meses atrás estuvo a una derrota de perder el puesto).

 

Y, para colmo, el Atlante y su posible salvación por vía artificial: ¿comprar franquicia?, ¿disputar promoción?, ¿absorber al conflictuado Querétaro?, ¿liga de diecisiete equipos? Todo eso bajo el entendido de que en México el descenso se ha convertido en derecho y no en obligación (por cierto: algo parecido sucede en donde escribo estas líneas. El Fluminense ya estaba matemáticamente descendido en el campeonato brasileño anterior, cuando se decidió despojar al club Portuguesa de cuatro unidades por una alineación indebida. Con tal castigo, que debió ser de sólo los tres puntos peleados ese día, el equipo más antiguo de Río de Janeiro libró caer a la Serie B).

 

A todo lo anterior, añadir que este viernes Miguel Herrera da a conocer su lista de convocados para el Mundial.

 

Con tanto barullo, es difícil concentrarse en el momento estelar de esta campaña: que Toluca, Santos, Pachuca y León van por la gloria. Que Pepe Cardozo, más allá de su tormentosa relación con los árbitros, está efectuando un trabajazo. Que Santos, con el todavía más agrio Caixinha, sigue siendo sumamente constante. Que Pachuca se metió con una voltereta épica (de esas que si hubiese logrado un “grande” seguiría siendo loada) y tiene un delantero como Enner Valencia que es una joya. Que León busca repetir el bicampeonato sólo conseguido en torneos cortos por los Pumas de Hugo.

 

Hay semifinales. A ver si las atendemos como ameritan.

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