No. El show no tiene que seguir. No siempre. No así.

 

Bajo ese cliché se suele ir adelante con los eventos deportivos. Bajo ese cliché los Olímpicos de Múnich 72 continuaron tras un ataque terrorista. Bajo ese cliché se castigó a la selección de Togo luego de que decidiera retirarse de la Copa África 2010 tras ser tiroteado su camión. Bajo ese cliché hubo final europea en el estadio Heysel de Bruselas, minutos después del fallecimiento de 39 aficionados en las gradas.

 

Como a menudo acontece en estos casos, se pronunciaron discursos demagógicos en los que se insistía que frenar la actividad deportiva del día era dar un triunfo a los violentos, en los que se aseguraba que lo indicado para evitar males mayores era no posponer ni suspender, en los que se repetía con cara de teatralizada tristeza que no sería justo privar a todo el planeta de ese rodar de balón.

 

El sábado se vivió una jornada negra (otra más) antes de la final de la copa italiana. Roma se convirtió en campo de batalla entre seguidores de Nápoles y Fiorentina, más el concurso de algunos rijosos locales que nada tenían que ver con el partido, pero a quienes sí sobraban ganas de intercambiar golpes.

 

Diez personas resultaron heridas entre la balacera y los enfrentamientos cercanos al Estadio Olímpico, incluido un oficial de policía que acudía como civil al estadio y un aficionado napolitano internado en estado grave. Barricadas, incendios, artículos convertidos en proyectiles, cuchillos. Un desastre con jóvenes que no iban preparados para apoyar a su equipo, sino armados para herir a fanáticos del rival.

 

Una vez que la noticia de la balacera llegó al interior del escenario, comenzaron a llover petardos. El capitán napolitano, Marek Hamsik, logró calmar a la tribuna, dando pie a que la final arrancara con casi una hora de retraso.

 

Y es que el show tenía que seguir. Imposible defraudar a tantos patrocinadores y compromisos televisivos. Prudente evitar la fatiga a consecuencia de una eventual posposición: boletaje, logística, hallar fecha libre, gastos adicionales, traslados… ¿Y lo demás? Hagan de cuenta que lo demás es lo de menos: el tiroteo que pudo implicar una catástrofe terrible, los artículos volando, el herido llegando al hospital temiéndose lo peor.

 

Tenía que seguir como siguió una noche antes, en Recife, Brasil, durante un partido de la Serie B brasileña. A media reyerta, un inodoro fue arrancado del baño y aventado al vacío,

 

propiciando el fallecimiento de un aficionado. Las imágenes son tan escalofriantes como absurdas, adjetivos los dos ideales para en lo que se ha convertido este deporte.

 

Enfrentamientos en los estadios han existido casi desde que el futbol existe. E incapacidad para lidiar con ellos, también.

 

Dejemos libres amplios espacios de periódico y tiempo aire, ya que habrá muchos discursos y supuestos planes de emergencia que publicar en los próximos días. Hablarán, lamentarán, condenarán, exhortarán, reglamentarán. Y nada solucionarán salvo esa penosa realidad: que el show (su show, nuestro show) tiene que seguir. Aunque el balón ruede manchado de sangre, pero tiene que seguir.

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.