No tantas ampollas se habrían levantado ni semejante criticismo se hubiera desbordado, si no se tratara del actual capitán y líder de la selección mexicana. Más incluso, si se considera la longevidad y experiencia del personaje: Rafael Márquez se convertirá en Brasil 2014 tanto en el jugador con más partidos mundialistas en la historia del Tri, como en el primer hombre en portar el gafete de capitán en cuatro Copas del Mundo.

                  Es, además, el mexicano más laureado en este deporte, gracias a la cantidad de títulos que conquistó en el Barcelona (superó en ese escalón a Hugo Sánchez, al haber logrado en 2006 lo que faltó al Real Madrid del pentapichichi: la Champions League).

 

Sin embargo, el actual elemento del León ha vivido una dilatada historia de pérdida de los nervios en momentos clave. ¿Qué tan dilatada? La referencia inmediata para la mayoría es su tarjeta roja ante Estados Unidos en octavos de final de Corea-Japón 2002 cuando ya todo lucía perdido, aunque tres años antes con el Tricolor juvenil vivió la misma situación cuando estaba sellado el pase a cuartos de final del Mundial sub-20 (goleada 4-1 a Argentina) por lo que no pudo alinear en la siguiente ronda. Y luego la de semifinales de Copa Confederaciones 2005 contra Argentina, y la de la eliminatoria para Sudáfrica 2010 frente a Estados Unidos. Y dos (una muy agresiva, la otra más bien infantil) con el Red Bull de Nueva York. Y, al margen de la del miércoles, otras más con el club León.

 

Recientemente lo entrevisté en Río de Janeiro, justo cuando la Fiera iba a enfrentar en vital compromiso al Flamengo. El pisar tierras mundialistas permitía algunas reflexiones, empezando por el qué ha fallado o faltado en los últimos Mundiales que debe emprenderse ahora. Respondía que concentración en momentos clave y acaso se refería a eso.

 

Sus disculpas han logrado el cometido a medias por una sencilla razón: ya antes se ha disculpado y, obvio es, una disculpa pierde valor cuando no es acompañada por un cambio; de nada sirva decir perdón si eso no implica alejarse del comportamiento por el que se está arrepentido. Perdón se dice aprendiendo la lección y no sólo pronunciando una palabra.

 

Si en un jugador ha de buscarse liderazgo moral, serenidad, aplomo, es en quien de todos los que hay en el plantel, ha disputado partidos más importantes, se ha visto sometido a mayor cantidad de experiencias, ha cursado un camino más largo.

 

El regreso de Rafa al Tri (y él mismo lo tiene que saber) no se ha dado por principio de cuentas con base en su nivel actual, sino más bien a partir de su experiencia y en aras de su liderazgo. Claro que su capacidad para salir jugando la pelota, su vigente forma física y su ubicación generan un impacto inmediato en el desempeño del colectivo, mas la premisa inicial por la que se le devolvió un sitio en esta selección, es que urgía alguien que pudiera guiar al resto, orientar, arengar, motivar, tranquilizar: un ejemplo de carne y hueso al brincar a la cancha y al sortear adversidades. A manera que si no está en condiciones de garantizar eso, por mucho que Miguel Herrera lo denomine “el único seguro de los 23”, Márquez por sí mismo se descalifica.

 

Seguramente estará muy molesto por el escrutinio al que ahora se ve sometido. Más molesto tiene que estar consigo mismo por haberle fallado a sus compañeros.

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.