Miles Davis: epítome de la creatividad; Davis: “el sonido de la pulsación del corazón, el aliento recobrado, la sonrisa súbita”; Davis: el espíritu más oscuro del Jazz; Davis: “el que cambió el rumbo de la música cinco o seis veces”; Davis: quien no pasaba un día sin que la discriminación lo volviera loco de rabia y por no poder estar siempre furioso, utilizaba la música para liberarse; Davis: el que espetó a Jean Paul Sartre un «hijo de perra» cuando el filósofo blasfemó frente al trompetista diciendo que el Jazz es gozable en el momento, pero luego desechable como la cáscara de un plátano; Davis: un genio con una visión colosal para observar su circunstancia, entenderla y sobrepasarla, explorando —siempre— nuevas sendas.

 

El universo de producción musical de Miles abarca medio siglo. Niño prodigio nacido el 26 de julio de 1926. Aterrizó en el Nueva York de los cuarenta, en ese entonces cuna y meca de la era bebop del Jazz, con Charlie Parker y Dizzy Gillespie como puntas de lanza (el joven Davis tocaría con ambos). El mundo se reconfiguraba con la segunda guerra mundial. En la misma década Nueva York se convirtió en la ciudad más poblada del mundo, luego de que Londres, al otro lado del Atlántico, ostentará el título por más de 100 años.

 

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