RUANDA. Lamentos e incontrolables gemidos se escucharon mientras miles de ruandeses llenaron el principal estadio deportivo del país para conmemorar los 20 años del inicio del devastador genocidio de 100 días.

 

El presidente de Ruanda, Paul Kagame, y el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, encendieron una antorcha en el Centro Kigali en recuerdo del genocidio, que calcula que al menos un millón de ruandeses perecieron en tres meses de ataques con machetes y armas, principalmente contra las personas de la minoritaria etnia tutu a manos de hutus extremistas.

 

“Hace 20 años nuestro país cayó en una zanja de oscuridad”, dijo la ministra de Exteriores de Ruanda Louise Mushikiwabo. “Veinte años después, somos un país unido y una nación elevada”.

 

Después del genocidio los ruandeses se sintieron solos, agregó la funcionaria. Pero ahora amigos de todo el mundo se han unido “para conmemorar el renacimiento de nuestra nación“.

 

Representantes de Francia no estuvieron presentes después de que Kagame acusara al país de participar en la ejecución de partes del genocidio.

 

Incluso, desde antes de la matanza masiva, la comunidad mundial se ha visto obligada a reconocer que no hizo nada. El jefe de la ONU dijo en conferencia de prensa que espera reafirmar el compromiso de la comunidad internacional a la idea de “nunca otra vez”, aunque reconoció que hay síntomas de genocidio en otras partes. Muchos expertos dicen que la vecina República Centroafricana y Siria también están en riesgo.

 

Samantha Power, embajadora estadounidense ante la ONU y quien acudió a la ceremonia, dijo que el genocidio fue “un devastador recordatorio de que las pesadillas que superan a la imaginación en realidad ocurren”.

 

Mientras un sobreviviente relataba su historia de violencia, provocó emotivas reacciones que hicieron que algunos de los presentes necesitaran ayuda de consejeros psicológicos que estaban de pie. Espeluznantes gritos recordando el horror de ver a familias enteras asesinadas se escuchaban entre la multitud.

 

La violencia que vio Ruanda es casi inimaginable. Los atacantes hutu quemaron iglesias con cientos o miles de tutus dentro. Atacantes con machetes entraban a las casas y asesinaban a niños y abuelos.

 

Cientos de fosas comunes se excavaron en todo el país para sepultar a las víctimas de lo que el gobierno dice fue una matanza planeada con mucha antelación que comenzó cuando el entonces presidente Juvenal Habyarimana, un hutu, fue asesinado. Kagame encabezó una fuerza militar tutsi desde la vecina Uganda y entró a Ruanda para acabar con la masacre.

 

Kagame se ganó el reconocimiento de su país por sacarlo de la peor violencia que el mundo había visto en décadas.