Desde que se postuló a la presidencia de la Unión Europea de Futbol (UEFA), Michel Platini anunció medidas revolucionarias y apertura a nuevos mercados (esto último, pilar para su elección, al convencer a directivos de países no habituales en el máximo concierto del balón).

                A sólo cuatro meses de haber asumido la silla grande de la UEFA, Platini lograba desplazar la Eurocopa por primera vez al este de Europa, al ser elegida la candidatura conjunta de Ucrania y Polonia.

Años más tarde anunciaba el incremento de participantes de 16 a 24 para la Euro 2016, apegado a lo que fortaleció sus opciones a la presidencia: abrir la competición a selecciones más débiles y que nunca han acudido.

La mayor de sus sorpresas, sin embargo, llegó tiempo después: que la Euro 2020 será no en una nación sede como se acostumbra, sino en doce distintas, todo un desafío a la tradición de estos eventos. En su defensa, y más allá de sus explicaciones de festejos por los sesenta años que entonces cumplirá el organismo, da la sensación de que en plena euro-crisis la mejor forma de no comprometer a una economía al derroche que implica un torneo, es dividiendo el mismo entre varias.

 

No obstante, quien fuera uno de los más grandes futbolistas de la historia, quiere más. En épocas en las que es el único que se plantea como oposición seria a Joseph Blatter en la presidencia de la FIFA (él mismo reiteró esta semana que “soy la única persona que puede ganar a Blatter”), ha lanzado un torneo que será tan difícil de entender como las largas jornadas de cricket.

 

El nombre mismo, Liga de Naciones, suena a serie de súper héroes o a sucedáneo de la ONU. Lo confuso radica en su sistema de competencia y, sobre todo, en la cantidad de partidos que supondrá en un calendario ya de por sí atascadísimo.

 

Consideremos que un estelar que no se lesione puede jugar al año 38 partidos de liga, más quince de Champions League, más dos de Mundial de clubes, más nueve de copa, más otros seis de copa de la liga, más amistosos en Dubai, Tailandia, Sudáfrica, Estados Unidos o Qatar, más torneos veraniegos, a los que debe añadirse todo lo que pasa con la selección: amistosos, eliminatorias europeas y mundialistas, Copa Confederaciones, certamen de cada continente, el Mundial mismo.

 

La idea de Platini es dividir a las 54 selecciones europeas, con base en su poderío, en cuatro divisiones. Una vez clasificadas, serán sorteadas en grupos de tres o cuatro equipos, los cuales se enfrentarán a ida y vuelta entre septiembre y diciembre de cada año. Los ganadores de cada sector avanzarán a una ronda en la que jugarán ante los demás que se impusieron en su respectiva llave. Los más exitosos subirán de división y los menos descenderán. Además, los que mejor se hayan desempeñado y que no hayan calificado a la Eurocopa en la eliminatoria, podrán acceder a la misma en una recalificación.

 

Platini reitera que no se aumentarán partidos al calendario, toda vez que los amistosos serán sustituidos por los cotejos de esta Liga de Naciones. Difícil de creer. Más bien, todo hace esperar que tarde o temprano el ejercicio disponga de muchos más encuentros a nivel de selección. Al mismo tiempo, las selecciones europeas ya no enfrentarán a las de otros continentes más que en el Mundial o en excepcionales ocasiones.

 

La fase final de esta Liga de Naciones será en los veranos de años impares (¿y la Copa Confederaciones?) en una sede a rotarse.

 

Muy extraño el invento. Y más que su rareza, que remite al cricket, preocupa la ya de por sí complicada saturación del calendario futbolístico.

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