BERLÍN.- ¿Qué si Josep Guardiola, el laureado entrenador del Bayern Munich reeditó lo mejor de su sistema en el Barcelona para hacer a los bávaros los campeones más prematuros de la historia de la Bundesliga? Nada más falso. Sí, los hizo jugar un futbol de pase y control. Pero lejos de cargar la solución de los partidos en un tridente liderado por el mejor jugador del mundo, en Alemania Pep jugó con 22 jugadores que se rotaron todo el tiempo y de los cuales 16 podrían considerarse titulares.

 

El número 16 puede ser casual pero en todo caso, al comienzo de la temporada, el director deportivo Mathias Sammer había dicho que para lograr sus objetivos el Bayern necesitaba justo ese número de titulares.

 

El Bayern Munich se coronó campeón de la Bundesliga cuando aún faltan siete jornadas, tras derrotar al Herta por 3-1, con lo que la distancia con sus perseguidores ya es inalcanzable.

 

Los bávaros celebraron su vigésimocuarto título de campeón alemán sin la tradicional ducha de cerveza, a la que los jugadores suelen someter al entrenador, con lo que Pep Guardiola, algo que él mismo había pedido. Pero tampoco debería confiarse, porque hasta ahora nadie se ha salvado del festejo.

 

La ensaladera que sirve de trofeo tampoco le fue entregada al Bayern, sino que esto ocurrirá en un jornada posterior, cuando probablemente se le aplique a Guardiola el clásico ritual bávaro.

 

Guardiola ha logrado mantener cierto equilibrio entre cierto grado de competencia entre la plantilla -cada jugador sabe que ni no lo da todo en el siguiente partido estará en el banquillo- y la necesidad de hacer sentir a todos, o casi todos, que forman parte importante del equipo.

 

“En este equipo deberían jugar todos, pero sólo puedo alinear a once”, ha dicho Guardiola en algún momento de la temporada.