En mayo de 1999 el Manchester United conquistó la Champions League más épica al remontar en tiempo de compensación lo que hasta el minuto noventa era 0-1 a manos del Bayern Múnich. Tres días después, Manchester City consiguió retornar a segunda división tras similar gesta; en el playoff del ascenso, recibió del Gillingham goles al 81 y al 87; no obstante, logró la igualada al anotar al 91 y al 95, para después imponerse en serie de penales.

 

Los medios de comunicación y aficionados en general de inmediato vincularon las hazañas de los dos equipos de Manchester, algo inevitable: clubes de la misma ciudad, desahuciados a pocos segundos del final y capaces de levantarse de la aparentemente ineludible derrota. El United para recuperar la cima de Europa, 31 años después del título continental obtenido por Denis Law, George Best y Bobby Charlton. El City para salir de tercera categoría en un intento más por acercarse al éxito que muy lejos se había abandonado.

 

Con tan parecidas remontadas, los únicos inconformes eran los aficionados locales: los del United, porque no podían entender que se subiera al tren de la victoria europea a un cuadro que con trabajos dejó tercera y por medio del playoff; los del City, porque la añoranza de épocas mejores crecía exponencialmente conforme los odiados vecinos tocaban la mayor altura bajo acordes de Champions.

 

Negar que esto del futbol y sus derbys da vueltas, sería idéntico a refutar la volatilidad de la vida misma y sus pasiones. Así como el Torino fue más grande que la Juventus, y el Benfica que el Oporto, y el Múnich 1860 que el Bayern, alguna vez el City fue más relevante que el United.

 

Pocos pensaron, sin embargo, que en tan poco tiempo, pero con tanto dinero de por medio, los citizens escalarían a proporción de arrebatar a los red devils la liga 2011-12, o a lo que ahora, de cara al derby de este martes, sucede: doce puntos además de dos partidos pendientes por delante del odiado rival.

 

La última vez que existió significativa diferencia de posiciones favorable al City, fue en el período entre las Guerras Mundiales, con ManUnited cerca de caer a tercera y ManCity bien instalado en la división de honor (por esos años, los de azul alzaron su primera liga y su primera copa). De hecho, desde mediados de los cuarenta apenas ha habido unas cinco campañas en las que el City finalice por delante del United, y nunca con tamaña distancia.

 

El plantel citizen es hoy mucho más poderoso que el del United: más opciones, mejor equilibrado y armado, con un director técnico, como Manuel Pellegrini, que antes hizo gran carrera en España. Los de rojo siguen siendo la marca deportiva más poderosa, pero sus vecinos disponen de más recursos económicos, suficientes para convertir en mejor pagado a quien deseen (en su momento, a Yaya Touré) y para mandar traer al talento que les apetezca (como Agüero, Nasri o Silva).

 

De los últimos cinco derbys, cuatro han sido para el City, nivel de hegemonía que no lograban desde hace casi medio siglo.

 

Dicen que en los clásicos no hay favoritos, que la propia rivalidad genera un escenario en el que todo puede pasar. En todo caso, este United se ha visto fatal contra los cinco mejor clasificados del certamen, apenas con una victoria ante el Arsenal y recientemente humillado por el Liverpool.

 

¿Qué es lo lógico? Que el City se imponga. A quince años del épico mayo de 1999, cuando United levantaba la orejona y City celebraba haber salido de tercera, el cartel de favorito se ha invertido, con una indispensable aclaración: que nada garantiza que el ManCity se instale por tanto tiempo en los primeros puestos y que sí hay mayores garantías de que esta crisis del United, que jamás lo arrastrará fuera de la Liga Premier, pasará más pronto que tarde.

 

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