Mark Zuckerberg está furioso contra Barack Obama. Tiene razón: le ha echado a perder su negocio.

 

Me explico. Cuando usted lee esta columna en este periódico, lo hace bajo el precepto de que confía en el autor y en la casa editorial que lo arropa. No tiene duda que lo que se publica tiene el interés de informar y hacerlo reflexionar.

 

Pero si usted se enterara que agencias me pagan a mí o al diario para publicar notas a favor o en contra de actores de la sociedad, probablemente dejaría de leer a este columnista y, en una de esas, toda la publicación.

 

Lo oculto choca, repele. Eso lo sabe el creador de Facebook.

 

No obstante, lo que más le choca es que también se lo oculten a él.

 

En la semana pasada, se dio a conocer la versión de un encuentro telefónico entre el Presidente de los Estados Unidos y el billonario de la red social. Los términos de la charla son desconocidos pero el contenido fue, si no filtrado, por lo menos tratado por Zuckerberg en su muro.

 

“Cuando nuestros ingenieros trabajan sin parar para mejorar la seguridad, nos imaginamos que nos estamos protegiendo en contra de los criminales, no de nuestro propio gobierno”, explica dentro de un extenso documento donde muestra su disgusto ante los señalamientos de que el gobierno de los Estados Unidos ha utilizado, a través de la NSA, todo tipo de mecanismos para espiar y monitorear la actividad de sus ciudadanos. Para el CEO de Facebook “El gobierno de Estados Unidos debe ser el campeón del Internet, no una amenaza”. El punto es que la amenaza es a su negocio.

 

Entre más gente comience a desconfiar de la seguridad de los datos que proporcionan a Facebook, es obvio que menos suscriptores -e ingresos- va a obtener.

 

Zuckerberg sabe -al igual que el gobierno de los Estados Unidos- que los alegatos de Edward Snowden sobre espionaje a través de redes sociales ha ocasionado desconfianza. Dicho temor y suspicacia se transforma en menos gente que desea utilizar Facebook como medio de intercambio de fotos, videos e ideas para migrar ya sea a otras redes sociales o, en su defecto, iniciar una comunicación más íntima vía la comunicación uno a uno o grupal con Whatsapp o BBM.

 

Y eso significa billetes. La plataforma de negocios de Facebook -o Google, para el caso- está sustentada en eso. El ahuyentar usuarios los acerca a un escenario poco halagüeño. No sería la primera red social que muere por apatía o desconfianza. El fantasma de Hi5 o MySpace recorre a cualquier dueño de eso que se nutre de la vida de los demás.

 

Porque la discusión va un poco más allá. ¿Zuckerbeg se queja del espionaje de una serie de datos que, de forma legítima, no le pertenecen? Porque, a diferencia de Google, la red social está compuesta de la información que prestan y suben los usuarios.

 

Dicho de otra forma, ladrón que roba a ladrón.

 

¿O en realidad la llamada fue para defender los derechos de los usuarios y solo soy un poco exagerado? Lo dudo, cada vez hay más modificaciones a los términos de uso de Facebook que van para beneficio de la compañía, sobre todo en cuanto la propiedad de los contenidos que se despliegan en ella.

 

De hecho, instagram tuvo una fuga masiva de usuarios en alguna ocasión que trató de cambiar su relación con sus acreditantes y las fotografías que subían.

 

Facebook obtiene grandes, enormes dividendos a partir de las millones de fotografías que subimos, los comentarios que realizamos, los videos y los memes que compartimos. En síntesis, la gasolina de su pira monetaria.

 

Pira que desea crear un sistema de satélites de órbita baja -como lo son los de la telefonía satelital- para ampliar el espectro de usuarios de internet. Pira que, ahora, ha autorizado una mayor cantidad de comerciales dentro de los videos que se despliegan en sus muros. Pira que, apenas la semana pasada, volvió a cambiar de diseño.

 

Por supuesto que si yo fuera Mark Zuckerberg, estaría enojado con Obama. La obsesión norteamericana por vigilar es el agua que amenaza apagar mi incendio.