Deuk es una raíz indoeuropea que, a su vez, dio origen a las palabras latinas dux, ducis y ducere, que significan respectivamente guía, líder y conducir (Benito Mussolini, por ejemplo, se hacía llamar Il Duce para compararse con Hitler, Der Führer; ambas expresiones significan, la primera en italiano y la segunda en alemán, “el líder”). De la voz latina duc se generan en castellano palabras como ducto, docto, ducha, deducir, reducir, dócil y, desde luego, educar, entre otras muchas.

 

Educar es, entonces, una palabra cuyo significado se enraíza tanto en el imaginario colectivo político-ideológico, como en lo social y lo simbólico. Y educar cobra, también, mucha relevancia a la hora de mirar y analizar los procesos de comunicación y socialización mediante los cuales se transmiten valores, creencias, saberes y conocimientos a las nuevas generaciones. Uno de estos procesos –el que tiene que ver con la socialización de los conocimientos científicos y tecnológicos– depende casi absolutamente de los sistemas de educación y comunicación con los que cuenta una sociedad.

 

En México se ha vuelto cada vez más frecuente señalar la falta de una sólida cultura científica ciudadana que establezca el entramado educativo suficiente sobre el cual se asiente, desplace y produzca el reconocimiento de la sociedad, de sus canales de expresión y de opinión pública, así como de sus líderes, agentes, actores e instituciones más destacados respecto del valor que la ciencia, la tecnología y los conocimientos que ambas producen pudieran significar, como fuente de respuestas o soluciones, tanto de los grandes problemas nacionales (seguridad pública, alimentaria, energética, sanitaria y social; crecimiento económico, desarrollo igualitario y democratización de la toma de decisiones) como de los individuales, simples y cotidianos.

 

Sin esa cultura científica ciudadana básica, que contribuya a que la gente incorpore a su vida diaria el pensamiento crítico para buscar respuesta a sus problemas cotidianos, no hay manera de que la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI) resulten atractivas, asequibles y útiles. Sin esa base social de comunicación simple, la sociedad está a expensas del pensamiento mágico, la irracionalidad y las pseudo-ciencias.

 

Hace algunas décadas que en México se han comenzado a construir, de un modo no siempre articulado y armónico, las bases para dar el salto necesario que conecte la vida simple del ciudadano de a pie con hombres y mujeres de la CTI que transforman esa fuente de conocimientos –provenientes de sus investigaciones– en productos y servicios para una mejor calidad de vida. La CTI tiene en la divulgación y el periodismo un par de brazos a través de los cuales socializa y comparte su profundo valor humano.

 

Hace décadas (y hasta siglos) también que en México se han dado destacados ejemplos de divulgación y periodismo científicos; desde Alzate y Bartolache, en el siglo XVII, hasta una inmensa cantidad de instituciones y esfuerzos concretos que han derivado en la formación constante de comunicadores del conocimiento científico, tecnológico y crítico. Muchos de estos esfuerzos, como seminarios, encuentros, talleres y diplomados de divulgación y periodismo de CTI no han pasado de la primera versión, y sin embargo han producido cambios irreversibles e impactos importantes en los procesos y los medios de comunicación regionales y nacionales.

 

Este martes, en las instalaciones del Instituto de las Américas, en La Jolla, California, inicia el diplomado de periodismo de ciencia “Ciencia, Tecnología e Innovación: Nuevas Oportunidades para Colaboración Internacional”, en el que una veintena de periodistas y comunicadores mexicanos fortalecerán sus capacidades sobre cómo divulgar temas relacionados con la próxima generación de tecnología e innovación, interactuando con reconocidos científicos que trabajan en centros de investigación como el Instituto Qualcomm, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, el Centro de Conservación del Zoológico de San Diego y la Reserva Ecológica del Estuario de Tijuana.

 

Los periodistas que asistimos a este diplomado trabajaremos con destacados instructores del periodismo científico, como la doctora Lynne Friedmann, profesora de escritura científica en la Extensión de la Universidad de California, San Diego y editora de la revista ScienceWriters, y el doctor Robert Hernández, profesor de periodismo visual en la Escuela Annenberg de Comunicación y Periodismo de la Universidad del Sur de California.

 

El diplomado se logra bajo los auspicios del Instituto de las Américas, así como los de la Secretaría de CTI del Gobierno del Distrito Federal, a cargo del doctor René Drucker, y los de GP Soona AC, con el apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) y la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), que forma parte de la mesa directiva del Foro Consultivo Científico y Tecnológico, AC (FCCyT).