Nazario Moreno se veía así mismo como “El Mesías”. “Heroísmo, aventura, humildad” eran conceptos que mezclaba en una doctrina cuasireligiosa en la  cual sus sicarios eran las ovejas y él un “pastor”. Su supuesta muerte en 2010, desmentida ayer por su verdadera caída, le dio la “inmortalidad” que usó para mitificarse a través un libro que el autodenominó El Diario de un Idealista.

 

Para las autoridades, Moreno es en realidad El Mas Loco, líder fundador, jefe operativo, adoctrinador, negociador… en pocas palabras, el objetivo más importante de una de las organizaciones criminales más próspera de los últimos años.

 

Más joven que los otros capos históricos del grupo, como La Tuta o El Tío, pero con la misma autoridad moral, tuvo el poder de convencimiento y la fuerza criminal para fundar un grupo: La Familia Michoacana, con identidad propia, y luego transformarlo en uno aún más poderoso e independiente: Los Caballeros Templarios.

 

Pero mientras se presentaba asimismo como un redentor, salvador y mensajero, en la realidad la extorsión, el homicidio, el narcotráfico y el secuestro eran sus cartas de presentación.

 

Moreno nació el 8 de marzo de 1970 en Apatzingán, Michoacán. En plena adolescencia se trasladó a Estados Unidos. En Texas tuvo sus primeros contactos con la droga, lo que motivó su detención en dos ocasiones.

 

A principios de siglo, Moreno regresó a Michoacán donde fundó en alianza con Los Zetas a los que luego traicionaría, a La Familia Michoacana, grupo criminal que se enriqueció a través de múltiples actividades delictivas.

 

Pero para Nazario su grupo no era un cártel, sino una hermandad. Biblia en mano, confiesan sus allegados, citaba pasajes durante los enfrentamientos con fuerzas federales.

 

Valiéndose de maestros rurales o personas pertenecientes al Consejo Nacional del Fomento Educativo (CONAFE), adoctrinó a docenas de seguidores en los preceptos del evangelista cristiano John Elderdge, que según Moreno, reflejaban los principios de su grupo.

 

Asolado por las fuerzas federales y cárteles rivales, Nazario planificó la conversión de su grupo en Los Caballeros Templarios, cambió la biblia por un “código de ética”, y continuó con su cruzada criminal.

 

Fuerza operativa

 

Informes de inteligencia de las Fuerzas Armadas ubican a Nazario como un actor fundamental en la expansión de La familia y Los Caballeros Templarios. Negoció con autoridades y empresarios, a veces a través de la extorsión y otras con el soborno, para ampliar su operación criminal.

 

El Chayo, alias con el que también se le conoce, coordinaba las operaciones tácticas y en general la estrategia del cártel. Bajo su liderazgo, el grupo se expandió en tierra caliente y dominó sitios clave como el Puerto de Lázaro Cárdenas.

 

Por su captura, la PGR llegó a ofrecer hasta 30 millones de pesos.