CIUDAD DEL VATICANO. En un paso más hacia el control y la transparencia de las finanzas en el Vaticano, el Papa Francisco anunció, a través de su portavoz Federico Lombardi, la creación de una Secretaría de Economía que tendrá bajo su ámbito todas las actividades económicas y estructuras administrativas de la Santa Sede y que será presidida por el cardenal australiano George Pell, arzobispo de Sydney, también miembro del “G-8″, el consejo de 8 cardenales que ayuda al pontífice.

 

La reforma tiene el objetivo preciso de mejorar la utilización de los recursos, mejorando así la ayuda disponible para los varios programas, entre ellos el del trabajo con los pobres y los marginados”, se explicó en un comunicado de la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

 

Los cambios fueron introducidos a través de un “motu proprio” de Francisco, una especie de decreto emanado directamente por propia iniciativa del Papa. Con esta medida, el papa argentino Jorge Bergolio da el puntapié inicial a la reforma de la desprestigiada curia romana, tras escuchar las recomendaciones del llamado G-8, el grupo de ocho cardenales que lo asesora, así como de la comisión para el estudio de los problemas organizativos y económicos de la Santa Sede.

 

Además el papa Francisco decidió la creación de un consejo integrado por 15 notables compuesto por 8 prelados y 7 laicos expertos en tema económicos de varias nacionalidades que estará por encima de la nueva secretaría y que dependerá directamente del papa.

 

Este consejo de notables se reunirá periódicamente para preparar o analizar informes sobre las actividades económicas de la Santa Sede y determinar las políticas y directivas, y sus decisiones serán instrumentadas por la secretaría.

 

Entre las funciones del nuevo organismo, se encuentra la creación de un presupuesto anual para la Santa Sede y la ciudad del Vaticano, así como la “planificación financiera y actividades de recursos humanos y otros suministros”, y la presentación de un balance detallado.

 

Por último, el decreto papal también crea la figura de un auditor general, que tendrá la tarea de realizar la revisión contable de cualquier de las instituciones que forman el Vaticano.