No es historia en particular afortunada la de los hijos de cracks que han intentado seguir los pasos de sus padres en las canchas.

                Claro, descendientes de grandes futbolistas hay muchísimos y a menudo superiores al progenitor (pensemos en Paolo Maldini, quien logró mayores gestas que Cesare, o en Javier Hernández que ha brillado mucho más que el original Chícharo, o en Juan Sebastián Verón, o en Manolo Sanchís), pero en lo referente a los genuinos dioses del balón, las hazañas del padre han sido una losa sobre los hombros del hijo.

 

Pelé, Diego Armando Maradona, Franz Beckenbauer, Johan Cruyff, tienen en común una condición, más allá de su indiscutible pertenencia a la mayor de las élites de este deporte: que sus hijos buscaron infructuosamente hacer dinastía sobre el césped y heredar la corona.

 

Ahora es Enzo Zidane quien ha dado un nuevo paso en su joven carrera. Muchacho que desde la llegada de Zinedine al Madrid, incorporó a las divisiones inferiores del cuadro merengue. Recuerdo un diálogo con Zizou durante Sudáfrica 2010, cuando tuve el privilegio de ser su compañero en las transmisiones mundialistas. El ex capitán bleu insistía que su mayor deseo era que Enzo se divirtiera, que mantuviera el futbol como pasión y no como presión, que se olvidara de lo hecho tiempo antes por él. Cuatro años después, Enzo ha sido convocado a la sub-19 francesa y, divirtiéndose o no, las comparaciones y referencias al virtuosismo de Zinedine serán permanentes.

 

El caso de Pelé es tan particular que su hijo Edinho decidió dedicarse al rol más radicalmente opuesto respecto a quien anotara 1,282 goles: la portería. Guardameta que jamás despuntó, terminó con escándalos extra-cancha al verse envuelto en acusaciones de narcotráfico.

 

Con Maradona la situación es distinta porque quien pretendió tomar la estafeta fue su hijo fuera de matrimonio, Diego Maradona Sinagra. Con Diego Jr. me encontré en 2003, cuando disputaba el torneo de esperanzas de Vareggio con los juveniles del Nápoles. Con un rostro tan parecido al del papá que hacía innecesaria cualquier prueba de ADN, tenía en las cortas piernas cierta magia estilo Pelusa. Sin embargo, esa vida de reality show, con la madre demandando se reconociera a Dieguito desde que era un bebé, y con el propio joven irrumpiendo en un torneo de golf para presentarse ante Maradona, llegó al punto máximo cuando Maradona Sinagra participó en un programa de tele-realidad en el que los espectadores votaban por mantener o sacar a jugadores de un eventual equipo.

 

Con el gran Franz recién retirado, Stephan Beckenbauer luchó por un sitio en el Bayern Múnich. Durante once años deambuló por varias escuadras con apenas un puñado de partidos y nulo reconocimiento. Todo mejoró cuando decidió colgar los botines y fue incorporado al organigrama de técnicos del Bayern, en donde se mantiene como detector de talentos.

 

De todos los casos mencionados, acaso el más destacado sea el de Jordi Cruyff, cuya trayectoria llegó a insinuar grandes cosas, aun bajo el entendido de lo difícil que es apellidarse Cruyff tanto en Holanda como en Barcelona.

 

Con su padre como director técnico blaugrana, pronto demostró que sí tenía condiciones; De hecho, en la Euro 96 fue titular con la selección naranja con sólo 22 años, lo que le valió la transferencia al Manchester United. Tras pocas oportunidades, volvió a destacar con Alavés y Espanyol, hasta que su futbol se fue diluyendo y se volvió a saber de él cuando era jugador-entrenador de un club en la isla de Malta.

 

Difícil eso de intentar hacer camino futbolero cuando por las venas circula sangre de tamaña dimensión de futbol.

 

Por mucho que Zinedine haya querido aludir a diversión y no presión, el destino ha puesto a Enzo Zidane en las canchas. Jugará, antes que contra el rival, contra el recuerdo del genial papá.

 

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