Información que ha crecido en las últimas semanas, plagada de rumores, desmentidos y pseudo-confirmaciones: que LeBron James estelarizaría la secuela de Space Jam, aquella bella película de mediados de los noventa, en la que Michael Jordan interactuaba (y jugaba, y volaba) con los Looney Tunes.

                Más allá de si la posibilidad es real (de hecho, el propio astro del Miami Heat declaró en octubre que “pienso en ello en muchas ocasiones”), la sola idea ha abierto un fuerte debate sobre el sitio histórico que corresponde a este basquetbolista a sus veintinueve años, y si existen argumentos para equipararlo con Air Jordan.

 

Dos coronaciones en la NBA (en ambas, elegido jugador más determinante de la final), cuatro veces el más valioso de la liga, durante una década ininterrumpida votado para el partido de estrellas (en ocho de esas oportunidades, como parte del primer equipo), aparte de números que lo ubican en la mayor de las élites: ha anotado más de diez puntos en 500 cotejos consecutivos (algo apenas logrado por gigantes como el propio Jordan, Kareem Abdul-Jabbar, Karl Malone y Moses Malone), ha mantenido a lo largo de una temporada el promedio de treinta puntos, siete asistencias y siete rebotes (derroche de regularidad y poderío sólo consumado antes por Jordan y Oscar Robertson), pero, además, es el primero que consigue al menos dos mil puntos, 500 rebotes, 500 asistencias y 100 robos en cuatro campañas seguidas.

 

Como siempre acontece en estos casos, las comparaciones son puntillosas e incluso absurdas. Si Jordan a su edad, si el equipo que rodeaba a MJ, si la competitividad imperante en la actualidad, si quién marcó o impactó con mayor fuerza al juego, si la plasticidad, si la elegancia, si la contundencia, si el vuelo, si la perfección.

 

Cuando Jordan tenía la edad actual de LeBron, acudió a Barcelona 92 en la primera (y para muchos única) versión del dream team de baloncesto. El olimpismo, fastidiado de sus confusiones y dobles-morales relativas a admitir profesionales, había abierto la puerta a los titanes de la NBA, y coincidían en el plantel estadounidense algunos de los más grandes que jamás hayan pisado la duela: estaba por supuesto el 23 de Chicago, pero también Karl Malone, Charles Barkley, Patrick Ewing, John Stockton, Scottie Pippen, y acaso los dos principales contendientes que hasta entonces Jordan había tenido por la corona mundial: Larry Bird y Magic Johnson. Durante dichos Juegos, se dio un diálogo entre los tres que más tarde trascendería al público: Bird y Magic admitieron con humildad que el mejor de la historia era Jordan.

 

No obstante, a sus 29 años LeBron tiene mejores cifras que Jordan y Kobre Bryant en dicha edad… ¿Eso garantiza determinado pedestal? E incluso si mantuviera una mejor evolución de números de aquí hasta el retiro, ¿eso basta para el trono?

 

Debate imposible y, para mí, con rumbo pero sin meta.

 

Lo que es un hecho es que jugar con Bugs Bunny, Pato Lucas, Porky y hasta Piolín, tiene connotaciones sacras en el contexto del basquetbol. Y que si LeBron termina echando la revancha en esa partida espacial contra dibujos animados, habrá demasiadas voces molestas.

 

Y es que ese Space Jam representa para la cultura popular una especie de cetro sólo disponible para Michael Jeffrey Jordan.

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