Es verdad que Rusia no ha conquistado el oro olímpico en hockey sobre hielo desde la disolución de la Unión Soviética (de hecho, su último primer sitio coincidió con la última participación de la URSS, en Calgary 88). Es verdad también que en Mundiales de la especialidad el conjunto ruso ha perdido la hegemonía alguna vez indiscutida.

                Lo es, como que entre los diez mejores jugadores de la NHL, figuran al menos tres rusos (Evgeni Malkin, Pavel Datsyuk, Aleksander Ovechkin), los cuales no han podido llevar a su país a la gloria más deseada y exigida, esa que es sinónimo de orgullo nacional y tranquilidad en el Kremlin.

 

Apenas en cuartos de final, Rusia ha sido eliminada de Sochi 2014 en hockey sobre hielo. Una especie de Maracanazo, ya que hace recordar la desazón experimentada en Brasil cuando sus muchachos no fueron capaces de cargar con tantos pronósticos a favor y cayeron en la final del Mundial de 1950.

 

Antes, un conflicto diplomático se desencadenó cuando Rusia perdió con Estados Unidos en la ronda preliminar. A tal dimensión, que numerosos aficionados se manifestaron frente a la embajada estadounidense en Moscú, protestando una decisión arbitral que les privó de una anotación (el referee que cometió el error, también era de EUA). Según numerosos analistas, la controversia sirvió para unificar por primera vez en mucho tiempo a todos los rusos, con miembros del parlamento de opuestas filiaciones hermanándose en sus tweets de molestia.

 

Un cabizbajo Vladimir Putin, testigo en el palco de honor, no quiso añadir comentarios polémicos, aunque el incidente remitió de inmediato al denominado Miracle On Ice, cuando en los Olímpicos de Lake Placid 1980 Estados Unidos logró arrebatar el oro a la potencia soviética (venganza, dirían ellos, de la caída norteamericana en el baloncesto de los Olímpicos de 1972).

 

Desde su surgimiento, la URSS desarrolló con ahínco numerosas disciplinas, aunque no todas lograron alcanzar los niveles de éxito de ajedrez y hockey sobre hielo, lo que las convirtió en pilares de la Guerra Fría. Así, en honor a Lenin y demás ideólogos, el hombre soviético tendría que mostrar su superioridad intelectual por medio del ajedrez y su superioridad física a través del hockey.

 

Por ello, tantos años más tarde ha sido un duro golpe para la delegación anfitriona la caída, y tampoco ha ayudado que fuera ante Finlandia, vecino con el que acumulan otro historial lleno de ampollas.

 

En los planes del país sede estaba aprovechar estos Juegos de Sochi, con sus 50 mil millones de dólares de inversión, para devolver a su equipo de hockey al sitio primordial que siempre ocupó; misión la anterior, en la que se ha fracasado en los dos sentidos más dolorosos y bochornosos: primero perder como local ante Estados Unidos, luego ser eliminados en cuartos de final.

 

En días anteriores, el embajador ruso en Canadá se había metido en otro aprieto diplomático, al desear públicamente el fracaso a los de la hoja de maple. Esto viene de cuatro años atrás, cuando Canadá se impuso a Rusia en Vancouver 2010, en los mismos cuartos de final.

 

No habrá revancha ante los canadienses y, mucho menos, regreso al podio alguna vez reservado para honor del Kremlin.

 

Revés que lastima a Rusia más que cualquier crítica que se pueda hacer a su condición de anfitrión en Sochi.

 

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