La Alianza del Pacífico nace del adormecimiento que pesa sobre lo que se conocía como eje chavista. Lo sabemos muy bien, la acumulación de ideología política tóxica se convierte en obstáculo para el comercio, los flujos de inversión y para el crecimiento económico. Los discursos de Chávez siempre tuvieron como telón de fondo a Estados Unidos, los enemigos sempiternos. El carisma de Chávez y varias maletas de dólares sirvieron para mimetizarse a través de los discursos de Fernández, Morales, Correa y Ortega, principalmente. Chile y Colombia no sólo resistieron a la nube tóxica, la combatieron. Por ejemplo, Álvaro Uribe reveló los nexos de Chávez con las FARC.

 

Proyectos sustentados en entelequias como Celac y Alba intentaron lograr equilibrios frente a OEA y Alianza de las Américas. Por otro lado, Mercosur menguó por dos motivos. El primero de ellos fue el conflicto que nació con el golpe del Congreso paraguayo al presidente Fernando Lugo y, el segundo motivo, el ingreso de Venezuela. La cumbre Iberoamericana también resultó herida de muerte gracias al eje chavista. El excesivo protagonismo de algunos de los presidentes (a través de boicots) ha servido para revelar la debilidad del grupo.

 

De ahí los aplausos a México, Chile, Colombia y Perú por haber logrado lo que en la región parecía imposible: construir una arquitectura intrarregional sin necesidad de apelar a ideologías políticas. Lo anterior podría resultar una estupidez para un ciudadano japonés o europeo. La incomprensión durante el fenómeno de la transcultura es natural. Para un latinoamericano, los pactos comerciales puros son difíciles de lograr sin la intromisión de ideologías políticas.

 

La presunción de cifras pasa a segundo plano, lo interesante es la conformación de un grupo progre en búsqueda de alianzas con Asia. Sí, sabemos que el PIB de los cuatro fantásticos que conforman la Alianza del Pacífico representa 36% del valor de riqueza de la región y juntos, atraen 41% de flujos de inversión directa. También conocemos que la rapidez en la desgravación de aranceles es muy práctica (92% inmediata). Pero lo importante es que, al parecer, la Alianza está vacunada frente a la pandemia de los protagonismos políticos.

 

Un ejemplo de lo anterior es el conflicto marítimo entre Perú y Chile. Hace pocos días, conocimos el resultado del peritaje realizado por el tribunal de La Haya: favoreció a Perú. Ni modo. Trago amargo y a lo que sigue. En Davos, horas antes de que el tribunal emitiera su fallo, en la sesión dedicada a la Alianza del Pacífico, sólo asistieron los presidentes de México y Colombia. Piñera y Humala evitaron encontrarse. No era el momento. Quizá ese detalle tendrá que pulirse en futuros conflictos. Pero más allá del teatro, no pasó a mayores.

 

La acumulación de tratados y las múltiples zonas regionales tendrán que convertirse, en el futuro inmediato, en la diversificación de soberanías. El etnocentrismo fue una enfermedad que reiteradamente ha dado muestras bélicas. El gran examen (reto) de la Alianza del Pacífico será convertir el ánimo comercial al ánimo transcultural. Para ello, colombianos, peruanos y chilenos tendrían que venir a estudiar y trabajar a México. Mexicanos en Colombia, Chile y Perú. Ofertas e intercambios culturales para combatir al etnocentrismo. México tiene la gran oportunidad de profundizar la diversificación de su soberanía en Latinoamérica progre. Comercio, sí, pero con integración cultural. Tenemos el mismo idioma.

 

La arquitectura de instituciones comunes aseguraría la vida de la Alianza del Pacífico. ¿Moneda en común? ¿Un Parlamento de la Alianza? ¿Un tribunal? ¿Un modelo anti soberanista como la Unión Europea? Así inició Mercosur y sus rendimientos marginales son decrecientes.

 

Lo que es cierto es que los resultados de la Alianza del Pacífico son inmediatos. Mientras que Mercosur se diluye en la estela chavista, o Celac vive en una narrativa del siglo pasado, la Alianza del Pacífico roba la atención de una buena cantidad de países.

 

En México, tenemos un conflicto con la interpretación de las noticias internacionales. Pensamos que Estados Unidos es el mundo. La vecindad y el tonelaje de su poder nos impiden ver que no está solo. El acercamiento hacia Latinoamérica que articula José Antonio Meade es toral. Los ejemplos ya son claros, empezando, por supuesto, con los cuatro fantásticos.

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