Si lo contestatario y antisistema del punk se materializa en la presentación de dos de las integrantes de Pussy Riot, Masha Alekhina y Nadya Tolokonnikova, en el concierto de Amnistía Internacional (AI), Bring the Rights Home del pasado 5 de febrero en Nueva York me queda claro que el profetizado Punk is Dead (El punk está muerto) del grupo anarcopunk The Crass, no está tan alejado de la realidad.

Tras 21 meses detenidas en prisiones rusas por haber cantado en febrero de 2012 junto con otras integrantes de Pussy Riot la famosa plegaria punk en contra del presidente Vladimir Putin en la catedral de San Salvador en Moscú: “Madre de Dios, líbranos de Putin”, Masha y Nadya fueron liberadas en diciembre de 2013 por una amnistía del gobierno ruso e inmediatamente se han convertido en defensoras de los prisioneros políticos lo que las ha llevado recientemente a una gira por Estados Unidos para conocer las condiciones de las prisiones y ser partícipes de eventos como el de AI.

“Nosotras hemos vivido lo que es estar en una cárcel por querer expresarnos libremente, nadie nos puede decir que lo que hemos vivido no es verdad”, afirmaron en el concierto en que participó como su presentadora Madonna.

Desde que el fenómeno Pussy Riot fue conocido a nivel global no pude más que sentirme empática con su causa, denunciar el atropello a los derechos humanos en Rusia, al ritmo de un sonido y estética punk sumado a un discurso feminista que hasta el momento sólo se había visto en Occidente con las riot girlzmovimiento feminista musicalen Estados Unidos en la década de los noventa del siglo XX.

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Sin embargo al verlas con Madonna en un evento donde tras compartir sus experiencias y gritar “Rusia no es Putin y Rusia será libre”, fueron seguidas por un número musical de Imagine Dragons, me entró una sensación de desasosiego. ¿Acaso no eran antisistema? ¿Su siguiente paso es alinearse con los dictámenes de un evento cultural pop como el concierto de Amnistía? ¿Estrategia de sobrevivencia? ¿Un nuevo estilo de activismo?

Sin dejar a un lado la importancia en la defensa de los derechos de los prisioneros políticos por parte de Masha y Nadya y el apoyo de AI, considero que seguro existen mejores maneras para ayudar a los prisioneros de conciencia (el término preciso utilizado por Amnistía), que el participar en este tipo de conciertos que pese a sus positivas intenciones, se enmarcan dentro del sistema estadounidense, que de igual manera es opresor con propios y ajenos.

No solamente Rusia viola los derechos humanos Estados Unidos también, nada más hay que leer las noticias. Sin ánimo de hacer pasar a una nación como mejor que la otra y entrar en una nueva Guerra Fría, me parece que la coyuntura del encierro en prisión a las integrantes de Pussy Riot, ha favorecido a EU para enarbolarse como un pleno defensor de los derechos humanos. Es más la embajadora estadounidense Samantha Power ante las Naciones Unidas tuvo un encuentro con Masha y Nadya y planteó el poder integrarse a  la agrupación.

Ante esta situación otras miembros de Pussy Riot que se han mantenido en el anonimato, han afirmado que tanto Masha y Nadya no forman parte más del colectivo ya que “como ustedes saben, la protección de los derechos es incompatible con las declaraciones políticas radicales y trabajos provocativos de arte, que plantean temas conflictivos con la sociedad moderna”.

Sumado a esta aseveración se encuentra el conflicto ideológico, la contradicción en que caen las dos ex integrantes de Pussy Riot al cobrarse la entrada al concierto, cuando ellas estaban en contra de planear eventos y cobrar los mismos.  Queda en entredicho su postura de no entrar en el engranaje del consumismo, no comercializar su ideología.

A 16 años del último concierto a favor de los derechos humanos por Amnistía Internacional, será que, The scorpions might attack, but the systems stole the sting (Los escorpiones pueden atacar, pero el sistema les robó el aguijón) como afirmaba en 1978 The Crass.