NUEVA YORK. Unos los quieren y otros los odian; unos los señalan como criminales, otros como héroes, pero “¿qué hacemos con ellos?”, se pregunta The New York Review. En lo que no hay duda es que así son vistos por Estados Unidos y el mundo entero Edward Snowden, Julian Assange y Bradley Manning (éste último ya anunció su intención de cambiarse de sexo por lo que su nombre es Chelsea). Los tres se encuentran aislados: Assange en la embajada de Ecuador en Reino Unido, Chelsea cumpliendo una pena de 35 años de cárcel y Snowden refugiado en Moscú. Los tres han perjudicado la imagen de Estados Unidos pero, machos, representan lo contrario: son héroes. Ya lo dijo el propio Snowden: “Ya cumplí con mi misión”.

 

Muchas de sus revelaciones de los tres han dejado claro que políticos y jueces han caído en contradicciones. Así lo escribe David Cole, profesor de derecho en la Universidad Georgetown, autor del ensayo The Three leakers and what to do about them en The New York Review. Para elaborar el ensayo Cole se apoya en dos libros que se han publicado recientemente sobre el espionaje: Secrets and Leaks: The dilema of state secrecy escrito por el profesor Rahul Sagar. Profesor de Política en Pricenton, Sagar realiza un análisis lúcido sobre la justificación de las fugas de información. Dice que son inevitables pero  que, sin lugar a dudas, el Congreso y los tribunales han fallado. El otro texto es Fighting for the press: The inside story of the Pentagon papers and other battles, de James C. Gooddale, abogado y, ex vice presidente del periódico The New York Times.

 

Un ejemplo que menciona Cole sobre las contradicciones, es el congresista republicano de Wisconsin, James Sensenbrenner, arquitecto de la ley Patriota (firmada por el presidente Bush después de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Sensenbrenner confesó su sorpresa al conocer el alcance del espionaje de meta datos realizado por la NSA. Otro ejemplo es James Clapper, director de la NSA (está por salir de ella), quien durante una audiencia del Congreso respondió que no se estaba espiando a los ciudadanos a través de la recolección de meta datos), cuando las revelaciones de Snowden demostraron lo contrario.

 

El ensayo se convierte en un espacio de reflexión por los cuestionamientos que plantea el profesor Cole.

 

Experto en temas de derecho, Cole desmonta el término de “criminal” que muchos conservadores estadunidenses le adjudican a las tres personalidades que son puntos de fuga de información: por el valor agregado de las revelaciones, Cole asegura que si su valor es superior al daño que representan hacerlo, vale la pena. Se trata de una valoración sobre el bien absoluto. Caso contrario ocurre cuando el valor de la información revelada pone en peligro la vida de inocentes.

 

Cole asegura que muchos jueces han caído en contradicciones porque antes de que se revelaran datos, no criticaban la excesiva intromisión en la vida privada de la población civil, pero después de que Snowden reveló los programas de espionaje basados en meta datos, entonces los jueces criticaron los colmillos de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos). El texto recuerda lo que confesó un funcionario del Departamento de Justicia de EU a The Washington Post sobre la posibilidad de llevar a juicio a Assange; el funcionario no ve delito en Assange ya que actuó como periodista que divulga información aportada por una fuente, en este caso por el militar Manning. Si Assange se encuentra recluido en la embajada de Ecuador en Londres es por otro motivo: una acusación sobre delitos sexuales.

 

Sobre Snowden, escribe Cole, revela que EU montó una estructura de espionaje que rebasó los objetivos planeados por las autoridades estadunidenses. No hay que olvidar que fue el presidente Bush quien implementó el Acta Patriota, concepto del que derivaron muchos de los programas actuales de la NSA. Agencias