Pareciera que Mariano Rajoy gobierna para una nación que no existe. Como consecuencia, España es gobernada por un político que no existe. En efecto, la narrativa de Rajoy carece de tintes de realismo. Su mayoría absoluta lo ha llevado a encerrarse en su oficina para despachar a sus aliados y firmar decretos que las Cortes tienen la obligación de firmar. El caso relumbrante es Cataluña, a quien Rajoy le dedica unos cuantos tuits cuando la ocasión lo amerita, o si es urgente el tema por acordar, le pide a Artur Mas (presidente catalán) reunirse en secrecía, lo que ha provocado que Mas viaje en coche desde Barcelona a Madrid para evitar que el Gran Hermano, primo de la revista Hola, se entere. El origen de la aventura soberanista de Artur Mas y de su influyente socio Oriol Junqueras es económico. El concierto fiscal español es discrecional en función de las autonomías, por lo que la competencia entre Cataluña y el país vasco, por ejemplo, disgusta a los catalanes por ser desigual. Pues bien, Mariano Rajoy no tuvo tiempo para negociar. En lugar de ello decidió defender al PP de las revelaciones periodísticas sobre los ya famosos papeles de Bárcenas. Papeles es un decir, se trata del control contable irregular en el que el entonces tesorero del PP, Luis Bárcenas, registró los pagos mensuales entregados a diversas figuras políticas, incluyendo a Mariano Rajoy. El dinero, en su gran mayoría, provenía de constructores que “donaban” para recibir permisos.

 

La defensa de Rajoy sobre temas de corrupción ya la había hecho en anteriores ocasiones. El 11 de febrero de 2009, cuando dirigía al Partido Popular (PP) sobre el caso Gürtel, Rajoy dijo: “Esto no es una trama del PP, es una trama contra el PP”. Unas horas después, Garzón ordenaba la detención del capo Francisco Correa, el rey de las mordidas. Cinco años después Gürtel ha tumbado a presidentes de autonomías, por ejemplo, Francisco Camps, en Valencia y ha empañado la vida de otros, como la de la actual ministra de Sanidad, Ana Mato.

 

Rajoy, ya como presidente y después de observar la podredumbre en la que se convirtió su partido, actúa como si vivera en un monasterio: no hablar, evitar las conferencias de prensa y sólo rezar. Una vida respetable siempre y cuando no se trate de un presidente.

 

El quinto aniversario de la trama “Gürtel” (cinturón en alemán) ha empalmado con los dos años de gobierno de Rajoy, y con los papeles de Bárcenas, es decir, la corrupción del PP, se ha convertido en el entorno descompuesto que, en parte, ha imposibilitado gobernar al propio Rajoy. Y sí, el protagonismo de José María Aznar en Gürtel es innegable. Su hermana, Elvira Aznar, le entregó las llaves del PP a un empresario carente de escrúpulos llamado Francisco Correa; su yerno, Alejandro Agag, invitó a Álvaro Pérez, mejor conocido como el Bigotes, a abrir una franquicia de sus operaciones en Valencia. Entre Correa y el Bigotes se han encargado de montar empresas de servicios, exclusivos diría yo, para el PP. Desde la venta de boletos de avión hasta la organización de mítines (tarimas, sonido y sillas). Todo, ¡desde 1993! Así se explica la fortuna desbordada de Correa: 21 millones de euros (378 millones de pesos) depositados en varias cuentas en Suiza y paraísos fiscales; 50 casas repartidas en Barcelona, Andalucía, Madrid, Estados Unidos, Colombia, Panamá, entre otras ciudades y países, y otros muchos activos.

 

Rajoy supo que el tema económico es el que más preocupa a los españoles. En su momento tuvo razón. Uno de cada cuatro ciudadanos no tiene trabajo; si se reduce el rango entre 20 y 19 años de edad, el porcentaje alcanza a 50% de la población. Sin embargo, al pasar de los meses, el tema de la corrupción no preocupa pero sí enoja a los españoles. Pasar de “puntitas” por los documentos de Bárcenas erosionó la confianza en su gobierno. Como si se tratara de series de televisión, la corrupción se destapa por temporadas.

 

Gürtel llega a la quinta temporada; los papeles de Bárcenas a la segunda. Ambas se rodaron años atrás. Tuvieron que pasar varios años para que las cloacas reventaran.

 

Al parecer, Rajoy, enclaustrado, firma decretos mientras que en Cataluña se escuchan gritos soberanistas.