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¿Qué es nuestra imaginación comparada con la de un niño que intenta hacer un ferrocarril con espárragos?
Jules Renard

 

Enclavado en las montañas de la provincia de Fujian nació Cheng Wenling, durante su infancia la pobreza marcó y fortaleció su voluntad y carácter, fue un niño inquieto que jugaba a fabricar figuras de barro a modo de juego. Nacido en 1969, el artista chino se encuentra entre los diez más influyentes de la cultura de su país para el mundo, y no es por ser un artista a modo.

El fondo en su concepción artística es lo que lo ha llevado a ser un artista de un trabajo excepcional con un mensaje políticamente intenso y profundo. Ver las esculturas de Cheng provoca maravilla y escándalo. Pero no hay que confundirse, si bien es “contestatario” la claridad de pensamiento sobre lo que pretende comunicar es absoluta. “La llamada popularidad fue un ente uniforme que sirvió para unificar una ideología política en una era de adoración personal. En la actualidad la popularidad influye a la gente en todas las formas de vida, incluyendo la vida de personas en otras naciones”.

Reconocido por la capacidad de estimular a los espectadores internamente gracias a un lenguaje artístico comprensible, Wenling explica que el identificó que no había diferencia entre lo interno y externo. Su obra expresa la integración y conflicto de la era del consumismo, donde el “deseo” corre desbocado y es mostrado en esculturas con un carácter de hinchazón extensional.

Es un profundo conocedor de su sociedad e historia, para transmitir con eficiencia se dio a la tarea de entender el psique de la comunidad contemporánea china, la cual disfruta de nivel de prosperidad superior al existente en la Dinastia Tang. De ahí nace el uso de la imagen del puerco como tema, el cual tiene algo en común con el lenguaje que usan las esculturas tradicionales en China, pero Wenling lo manda a los extremos.

Sería simplón etiquetarlo como un artista extremista, y si bien sus esculturas son imágenes transgresoras muy poderosas son los detalles los que lo consagran como un creador fuera de serie. La exactitud en los gestos no sólo son hiperrealistas sino auténticos, sublima la capacidad de poner en palabras los momentos que sus antropomorfas creaciones transmiten. Desde las minúsculas esculturas humanoides en bronce hasta las colosales en resina la exactitud en los detalles colman la vista y el espíritu. Los pies, la flexión de alguna rodilla, el frío en el cuerpo desnudo o la prepotencia en una sonrisa son buenos ejemplos.

Wenling es un artista que logra sacudir la apatía, su lenguaje es incómodo, agreste y pertubador, pues en la transgresión que transmite reina una belleza excepcional. El dramatismo de lo cotidiano bajo una sarcástica carcajada.

 

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