Algún alivio debemos de sentir todos quienes estamos de alguna manera (trabajo, comunicación, pasión, afición) en el futbol. Alivio, no porque Carlos Vela haya vuelto a dar la espalda a la Selección Mexicana. Alivio, en todo caso, porque el tema ya terminó, que muchísimo más de lo que debía –y es sano– venía durando, y aburriendo, y cansando.

                  Al final, decidió él y nadie más. Al final, la oportunidad de cambiar el rumbo a esta controversia, la volvió a tener él. Al final, dependió de él: ni de seleccionadores, ni de patrocinadores, ni de representantes, ni de directivos, ni de aficionados (muchos de ellos hoy furiosos con el atacante de la Real Sociedad).

 

En este espacio habíamos destacado una incómoda verdad: que pese a tantos desaires, inmadureces, caprichos, juegos de decir y desdecir, la pelota seguía estando de su lado de la cancha. El que Miguel Herrera (como en su momento Chepo de la Torre, Víctor Manuel Vucetich o Luis Fernando Tena para la olímpica) haya declarado que “hay que ver si está comprometido y con las ganas que demuestra cada fin de semana” dejaba en evidencia esa realidad.

 

Pero resultó que ni está comprometido ni tiene las ganas, algo que es su derecho, porque ir a una selección nunca podrá convertirse en una obligación.

 

Que es el sueño de muchos, de multitudes, de millones, no hace falta reiterarlo. El común de quienes crecen pateando una pelota fantasean, antes que nada, con acudir a una Copa del Mundo (recuerdo aquel video de Diego Armando Maradona siendo niño y afirmando a la cámara: “mi primer sueño es jugar en el Mundial”). Pero lo que a unos genera pasión a otros no, y no todos tenemos que anhelar lo mismo.

 

Imprescindible establecer algo que por obvio que suene, muy a menudo se ha olvidado en este asunto: esto no es ni remotamente traición a la patria. Carlos Vela ha dicho que no al representativo deportivo de un país, mas de ninguna forma al país mismo. Sí, a varios de sus compatriotas que pensaban en un más brillante equipo con él. Sí, a lo que quisieran hacer demasiados. Sí, a lo que miles considerarían el pináculo de su trayectoria (incluso, de su vida): entonar en la cancha ese himno, sentir que defienden deportivamente esa bandera, portar esa camiseta, competir en el máximo banquete futbolístico, tomar parte de la historia.

 

A lo que sigue. Y lo que sigue es con los que quieren seguir, que son todos menos él.

 

Esta disciplina se divide en dos facetas: a escala de clubes y a escala nacional. Vela se limitará a la primera de ellas, que es utilizada por la mayoría como vehículo para la segunda. Punto final, como estableció textual Miguel Herrera vía twitter.

 

Lo que se rompió aquella noche de la fiesta de Monterrey, poco después de Sudáfrica 2010 y cuando el Tri tenía director técnico interino, no terminó de sanar en todo sentido. Pero, más aun, este muchacho, brillantez y gol al margen, ha mostrado actitud semejante desde la adolescencia misma; Chucho Ramírez ya padecía al intentar motivarlo para el Mundial sub-17 de Perú 2005.

 

Condiciones desde entonces le sobraban. El problema desde entonces era otro.

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.