Del presidente Obama se ha apoderado el mal del Sheriff. Para el arquetipo policiaco, lo importante es colocar tras las rejas al maloso de la película sin importar las externalidades negativas que conlleva el supuesto delito.

 

El espionaje se ha convertido en una actividad lúdica. Tolerado por la red social global, la aportación voluntaria de millones de datos al cártel de las jugueterías como Google, Apple y Microsoft, entre varias compañías, es un ejercicio no mal visto. Ya sabemos que los mapas de Google están intervenidos. Nos guían pero también guían a nuestro espía de cabecera. También conocemos los sistemas de inteligencia que se encargan de arruinar apps con tal de conocer nuestras inclinaciones políticas y hasta sexuales. Pero en realidad, la sociedad global ha dejado de sorprenderse, quizá, porque los incentivos para continuar aportando datos a diversas empresas (jugueterías) transmodernas, superan a los costos de ser espiados. Total, los anónimos formamos parte de los pasajes cotidianos: hombre, 35 años, aburrido, sale de casa a las 8, se dirige a la oficina, trabaja de 9 a 8 y regresa a casa. Conclusión: colocar etiqueta de enajenado feliz. Mujer, estudiante de Física, 21 años, de lunes a viernes realiza ejercicio en el club X. Tiene dos novios. Conclusión: no es tan enajenada como el segmento arriba mencionado. Fin del informe.

 

También conocemos que nuestra lista de amigos de Facebook la compartimos gustosamente con la NSA. O qué decir de nuestros tuits. El músculo narcisista nos debe de tranquilizar. Si en la pantalla nos aparecen 500 seguidores, en realidad nos siguen 501. La NSA tiene el don de la omnipresencia.

 

En pocas palabras, sabemos que detrás de nuestras pantallas de los teléfonos existen unas potentes aspiradoras. Mañana podrían ser reveladas nuestras actividades “clandestinas”.

 

Tal vez estas sean las razones por las que la sociedad red ha perdido la capacidad de asombro sobre el espionaje. Cada 15 días, los periódicos The Guardian y The New York Times publican capítulos de lo que parece ser una novela hiperrealista. Para algunos podría ser una nota breve.

 

“Usted, estimado usuario de smartphones, colabora con nosotros para impedir la operación de ataques terroristas de los cuales usted podría ser objetivo. No se preocupe,  las confidencias y patologías micro personales no nos interesan”.

 

Ayer, los periódicos que utilizan información de la agencia Edward Snowden, revelaron lo que sigilosamente se sabía años atrás: las apps se han convertido en puertas de entrada para el espionaje artesanalmente atractivo, los mega datos.

 

Sabemos que las apps satisfacen deseos y no necesidades. De ahí la atracción de la NSA por ingresar a los datos de aquellos que descargan, por ejemplo, Angry Birds, algo similar al Pac-man, pero estéticamente más atractivo. Sobre la aplicación finlandesa, se puede hablar que es una de las más exitosas al momento. Se ha descargado en más de 1.5 mil millones de ocasiones.

 

En 1976, el presidente republicano Gerald Ford, decretó la Orden Ejecutiva 11905, relativa a que Estados Unidos no debe de cometer “asesinatos políticos”. La decisión respondió a que las historias de las operaciones encubiertas entre los años cincuenta y setenta dejaron mal parado a Washington. “El mundo es un campo de batalla”, comentaban políticos conservadores. La frase la recuerda Richard Clarke, encargado de la seguridad antiterrorista en tiempos del 11 de septiembre de 2001.

 

Al parecer, Obama no podrá dictar una Orden Ejecutiva para eliminar las descargas de espionaje. Las demandas domésticas se lo impiden. Nuevamente la figura de los malosos asociada con extranjeros genera miedo hacia el interior del país. La muestra es su diplomacia fallida. Por ejemplo, en Alemania, un grupo de funcionarios estadunidenses no lograron explicar a sus pares con claridad los objetivos por los cuales el teléfono de Angela Merkel se encontraba intervenido. Por el contrario, los estadunidenses extendieron una alfombra roja para presumir conjuntamente los programas más exitosos articulados por su país y por Alemania. Símbolo de una decadencia o una mala operación cicatriz.

 

Hoy, Obama hablará a los ciudadanos de Estados Unidos. Sobre el espionaje dirá que solo es un juego. Happy end y que continúen las descargas.