Los aficionados de mi generación difícilmente olvidarán el partido debut de la selección mexicana en Francia 98. El rival era la misma Corea del Sur, pero otra, menos intimidante o acaso respetada; y el equipo tricolor, lo más parecido posible al actual al menos en un antecedente: que aquel proceso tuvo cambio de entrenador apenas a medio año del Mundial, cuando Manuel Lapuente sustituyó a Bora Milutinovic.

                  El asunto es que los amistosos previos al torneo ni siquiera habían alcanzado para sembrar dudas sino fatalismo en su más desesperanzada forma: goleada por un lado, goleada por el otro, incertidumbre respecto a la eventual alineación.

 

Para sorpresa de muchos, aquella selección ha sido quizá la más aguerrida de cuantas México ha enviado a un Mundial. Se perdía con Corea del Sur al medio tiempo y se terminó imponiendo 3-1. Luego iría cayendo prematuramente contra Bélgica 2-0 y conseguiría empatarlo. Para complemento, idéntico regreso, mas al último suspiro del cotejo, contra la poderosa Holanda.

 

Cinco puntos, pero de qué forma: siempre con el cuchillo entre los dientes, el rictus fruncido, el morir matando y no escapando, el apelar al futbol aunque, sobre todo, a la entereza mental.

 

Traigo todo lo anterior a colación precisamente porque este miércoles los hombres de Miguel Herrera (otra vez nuestro cuadro nacional obligado por las circunstancias al postrero y enésimo cambio de timón, a la improvisación) van a abrir este mundialista año y lo harán en un amistoso contra Corea del Sur. He dicho antes que es ya otra Corea, representativo que no ha faltado a un solo Mundial en casi treinta años, que ya no se conforma con participar. En Sudáfrica 2010 llegó a octavos de final y ahí le complicó muchísimo a Uruguay. En Alemania 2006 tuvo a la Francia de Zidane (luego subcampeona) al borde de la eliminación. En su casa, en 2002, aprovechó las generosidades arbitrales para meterse hasta semifinales (en el camino quedaron Portugal, Italia y España). Es ya una Corea con mucho mayor oficio, capacidad técnica y táctica.

 

Las vicisitudes del calendario FIFA (nada más una fecha para partido amistoso con elementos de ligas ajenas a la propia), obligaron tanto a México como a Corea a montarse este partido con sus convocables del torneo local. Ellos no traen a algunos buenos jugadores como Heung-min Son del Bayer Leverkusen, Chung-yong Lee del Bolton, Sung-yeung Ki del Sunderland o Dong-won Ji del Augsburg alemán, ni al tres veces mundialista Ji-sung Park, retirado de la selección.

 

En todo caso, es uno de los sinodales más armados y exigentes que se pudieron haber encontrado dadas la circunstancia y apuro.

 

Ahora que la verdadera preocupación es México: ¿Cuánto podrá lograr Miguel Herrera en tan poco tiempo y con tan pocos partidos? ¿Quién nos representará en el Mundial? ¿Cómo encajarán los “europeos” en el trabajo con “locales” que continúa? ¿Y los “locales” cuando sean desplazados por los “europeos”? Y, sobre todo, ¿cuáles “europeos”? ¿Todos titulares? ¿Todavía la base americanista? ¿Y los del León? ¿Y quién en la portería?

 

Muchas dudas. Tantas, acaso, como la fe del carismático seleccionador, que invita a no limitar los sueños futboleros del país.

 

Por ahora, nuevos nombres en la lista: Rodolfo Pizarro, Enrique Pérez, Isaac Brizuela, Alan Pulido, pero, en particular, Diego Reyes, quien pese a estar en un equipo portugués, fue cedido para el compromiso. Gran gestión federativa el lograr traer a quien bajo condiciones normales (por ejemplo, si tuviera ritmo de juego, algo que hoy no acontece), habría de ser titular indiscutible en la central mexicana.

 

Lo siguiente será en cinco semanas contra Nigeria, cuando Herrera sí podrá disponer de todos.

 

Por lo pronto, a abrir 2014 intentando poner algo de orden en este reguero de incertidumbres. Tal como en aquel juego de 1998, cuando ni siquiera sabíamos a quien se alinearía ni teníamos un indicio de cómo se pararían. Tal como aquella otra vez contra Corea, que ya es otra, con México que, con estos inevitables cambios, es, al menos en la inestabilidad, el mismo.

 

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