Antaño solía darse título nobiliario o cargos honorarios a personajes políticos, artistas cercanos a la familia real, científicos, filántropos, allegados al palacio en general, o a quien se dignara pagar.

                Hoy, sin embargo, es cosa común que se condecore a figuras del deporte; es decir, que se sigue pagando por la distinción, pero ahora con medallas o goles. Nombrado Gran Oficial de la Ordem do Infante D. Henrique, Cristiano Ronaldo ha alcanzado en graduación portuguesa al director técnico José Mourinho.

                En España, por ejemplo, el rey Juan Carlos I convirtió en marqueses al ya fallecido presidente del Comité Olímpico Internacional, Juan Antonio Samaranch, y al actual seleccionador español Vicente del Bosque. La diferencia, en todo caso, es que tanto Samaranch como Del Bosque heredan su marquesado con toda una línea sucesoria.

 

Eso no sucede en la Gran Bretaña, donde los cargos entregados por Isabel II a deportistas o figuras del entretenimiento no son hereditarios (aunque sí muy recurrentes). El presidente del Comité Organizador de Londres 2012 y multimedallista olímpico, Sebastian Coe, incluso es Lord; un peldaño abajo se encuentra una gran cantidad de atletas y futbolistas, nombrados como Paul McCartney o Mick Jagger, como Anthony Hopkins o Michael Caine, Sir. Ahí figuran Rogger Bannister (primer hombre que corrió la milla en menos de cuatro minutos), Chris Hoy (seis veces medallista de oro en ciclismo), Bradley Wiggins (primer británico en ganar el Tour de Francia), Jackie Stewart (ex piloto de Fórmula 1), Steve Redgrave (oro en remo en cinco Olímpicos consecutivos), además de catorce hombres ligados al futbol (como Alex Ferguson, Bobby Charlton, Geof Hurst o Alf Ramsey). Por si lo anterior no bastara al Palacio de Windsor, hay otros cuarenta OBE (Orden del Imperio Británico) o CBE (Comandante del Imperio Británico), entre quienes destacan David Beckham, Gary Lineker, Ryan Giggs o el director técnico Arsene Wenger.

 

En Holanda, Johan Cruyff tiene la Orden de Oranje-Nassau al igual que Ruud Gullit o el ya desaparecido seleccionador Rinus Michels. En Italia, al tiempo, se convirtió en OMRI (Orden al Mérito de la República Italiana) a varios campeones en Alemania 2006, como Andrea Pirlo, Gianluigi Buffon o el estratega Marcelo Lippi. En Francia tienen la Legión de Honor sus más grandes artistas del balón: Raymond Kopa, Just Fontaine, Michel Platini, Zinedine Zidane.

 

Como queda claro, el futbol puede ser hoy por hoy el único terreno en el que se siguen enfrentando dos nobles, ya que entre los héroes del olimpismo la afluencia de condecoraciones es menor y, sobre todo, suele suceder ya en el retiro. Como ejemplo, una de tantas y tan airadas pugnas en el banquillo entre Ferguson y Wenger, implicaba el choque entre un caballero local y un noble llegado de ultramar.

 

Consecuencia de una era en la que más se da a conocer una tierra por las proezas deportivas de sus ciudadanos que por sus alcances científicos o su defensa de los derechos humanos, no tiene porque extrañarnos esta situación. Lo raro es que con la idolatría que despiertan no hayan subido todavía al escalafón de príncipes (algo sólo logrado por un jugador de balonmano de cuyo nombre los españoles no se querrán acordar).

 

Ahí está Cristiano Ronaldo: Pichichi, Balón de Oro, Bota de Oro y Gran Oficial de la Ordem do Infante D. Henrique, entre otras cosas, aunque arrepentido, por lo que explicó una vez condecorado, de haberse calificado tiempo atrás como rico, guapo y buen futbolista.

 

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