Aún no se ha conseguido. Todavía es una tarea pendiente para la FIFA: dotar al Mundial de Clubes de un sentido más relevante en términos económicos y de prestigio, en relación al que tenía su predecesora, la Copa Intercontinental.

 

El Bayern Múnich se consagró de manera oficial mejor equipo del planeta, aunque el partido generó más bien poca expectativa. Sí, un título más para el cuadro bávaro en este 2013 (la cuenta cierra en cinco: Bundesliga, copa alemana, supercopa europea, Champions League y ahora el Mundial), y un título más para el impresionante palmarés del director técnico Josep Guardiola.

 

Sin embargo, nada como para parar las prensas u organizar masivas coberturas. El nombre mismo con que a menudo se alude al certamen, Mundialito, ya carga en sí con algo de peyorativo y revela una realidad por ahora inobjetable: que a pocos interesa hoy por hoy ver enfrentarse a los campeones de cada confederación del mundo, más el concurso de un club anfitrión.

 

Precisamente, el Raja Casablanca local frustró los planes originales de este evento: encarar al monarca de la Champions con el de la Copa Libertadores, tal como solía suceder en la Copa Intercontinental.

 

Acaso, el ya desaparecido partido que definía el honorario título de “campeón mundial”, fue el primero en explorar perspectivas económicas en otras culturas, abrir mercados, expandir marcas. Entre 1960 y 1979 se efectuó a visita recíproca (salvo por alguna rareza, como la ocasión en que la Juventus no quiso jugar la vuelta en Argentina, ante Independiente, tras haber caído en la ida en Italia), hasta que en 1980 los patrocinios de las poderosas marcas japonesas, asentaron el cotejo en Tokio.

 

¿Valía la pena atravesar el mundo, unos desde Sudamérica, los otros desde Europa occidental, sólo para noventa minutos o, máximo, 120 con tiempos extra? El marketing nipón hizo que valiera la pena y, me atrevo a decir, ahí también se gestó la posibilidad de que hasta tan lejos recalara toda una Copa del Mundo.

 

Decir que las Copas Intercontinentales fueron siempre batallas épicas entre dos concepciones del balón, no se le permite ahora ni a los nostálgicos. En muchas ediciones el campeón europeo llegaba desorientado, cansado, fastidiado, y no se comportaba como tal; en otras más, el sudamericano emergía pálido del susto y a menudo ya sin los cracks que le dieron la corona unos meses antes.

 

La Intercontinental todavía coincidió con el inicio de este Mundial de clubes, hasta que, después de un absurdo debut en Brasil 2000, se fusionaron (nada difícil: la FIFA mudó el torneo a Japón e integró al proyecto a las mismas marcas que habían amortizado la Copa del partido único).

 

Desde entonces, los europeos han mantenido cierta hegemonía (6 títulos de 9 disputados), con la agravante de que en este año ha acontecido por segunda ocasión que el rey de la Libertadores no acceda a la final, dando al traste a la idea inicial.

 

El Bayern Múnich se impuso en algo parecido a un encuentro de pretemporada al Raja marroquí y levantó este nuevo trofeo. Campeón del mundo 2013 el que, ya se sabía sin necesidad de una final contra el campeón de Marruecos, ha sido el mejor del 2013… Y poco más.

 

@albertolati

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