Cuando en 1903 Madame Curie fue galardonada con el Premio Nobel de Física, junto con su marido el también físico Pierre Curie, fue él a quien la Academia de Ciencias de Suecia le entregó la presea, no obstante que el descubrimiento de los elementos radiactivos, motivo del premio, había sido una labor totalmente desarrollada por la científica de origen polaco, cuyo nombre de soltera fue Marja Slodowska (se pronuncia Marya Slodouska).

¿Cuál fue el argumento para semejante grosería? Pues que, dados los usos y costumbres de la época, y al igual que ocurría en ámbitos como la política –donde las mujeres no tenían derecho al voto– o en la cultura –donde no podían dirigir instituciones–, a los varones de la ciencia del mundo no soportaron el hecho de que la mente científica más brillante de esos momentos fuera una mujer. De hecho la Academia Francesa de Ciencias se negó a darle un sitio en su seno; así que o le daban al marido el premio o no había tal.

 

Marie Curie había logrado convertirse en la primera mujer en toda Europa en alcanzar un doctorado en ciencias y fue también la primera persona en lograr dos veces el Premio Nobel en dos áreas de conocimiento: Física y Química.

 

Este segundo galardón se vio empañado por un escándalo. En 1906, Pierre Curie murió atropellado por un carruaje. Y en 1911, a Marie Curie le anuncian que es la ganadora del Nobel de Química, pero como ese mismo año, se supo que la viuda había entablado una relación íntima con el físico Paul Langevin –quien estaba casado– los señores de la Academia Francesa y buena parte de la prensa parisina despotricaron contra ella calificándola de “ladrona de hogares”. Llegaron al extremo de solicitar al gobierno de Suecia que no le entregara el Premio, y al de Francia que le retirarse la ciudadanía gala.

 

Si los casos de Sor Juana Inés de la Cruz y de Marie Curie nos hacen levantar las cejas sorprendidos por semejantes atropellos a los elementales derechos a la igualdad entre hombres y mujeres, las cosas no han mejorado luego de 400 y 100 años respectivamente. Ni siquiera en los países desarrollados se ha logrado una genuina equidad entre géneros. La semana pasada abordamos aquí un experimento sociológico que se hizo en Estados Unidos y que publicó The New York Times. Por cierto, la foto que “vistió” la nota fue la del V Congreso Colvay, que reunió a lo más granado de las ciencias en el mundo y donde Marie Curie y Albert Einstein aparecen sentados en primer plano, con Lorentz de por medio. Ella, sobra decirlo, es la única mujer de las 29 personas ahí fotografiadas.

 

En los países en desarrollo este tipo de desigualdades es todavía más notorio. Por ejemplo, en el portal de Internet del Foro Consultivo Científico y Tecnológico, AC (FCCyT) puede consultarse la histórica y constante disparidad 80%-20% de plazas que ocupan respectivamente hombres y mujeres en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI).

 

Ayer mismo, en un encuentro entre la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) con las y los periodistas que cubren la fuente de ciencia, tecnología e innovación (CTI), su presidente, el doctor José Franco, lamentó que en cuestión de género, el sector que genera conocimientos no haya hecho aún lo suficiente para incentivar una mayor participación equitativa.

 

Por fortuna, hay luz al final del puente. Por lo pronto, y luego de las importantes reformas a los artículos 2, 12, 14 y 42 de la Ley de Ciencia y Tecnología, del pasado 7 de junio, las mujeres y los hombres de ciencia se reunirán justamente en el Claustro de Sor Juana para debatir e intercambiar propuestas que alimenten la equidad de género. La cita es este viernes 6 de diciembre, a partir de las 09:00 horas y la entrada es libre.