Hay que tener demasiada entereza mental para atreverse a jugar futbol, a sabiendas de que se ha pagado por uno, la cantidad de cien millones de euros.

                  Hay que tener demasiada confianza para que los golpes al balón sean francos, para que la precisión indispensable en el ejercicio de este deporte no se pierda en definitiva, para no temer lesionarse a cada barrida.

 

Hay que tener muchos elementos y, puestos a ser sinceros, Gareth Bale los reúne (lo que en absoluto significa que su fichaje haya ameritado tamaño monto, que eso ya corresponde a otro debate).

 

En defensa del futbolista galés, debemos decir que su rendimiento en el Madrid está siendo al nivel de lo que mostraba en el Tottenham, y acaso un tanto superior. Explota cada que sale a velocidad, posee drible, dispara a puerta con veneno, está comprometido tácticamente, aporta mucho desgaste físico, es inteligente. De ahí a que el presidente merengue se haya engatusado en una operación que pudo hacerlo pagar casi el doble de lo que correspondía, es asunto diferente.

 

Suele decirse con gesto moralista que nadie puede valer cien millones de euros. Puestos a eso, nadie puede valer ni veinte millones, ni diez, ni uno… Como un coche deportivo no tendría que costar lo que cuesta, ni una bolsa de mujer lo que absurdamente se paga por ella, ni un platillo de comida molecular lo que miles de aspirantes se pelean por pagar al suplicar por una reservación. El mercado manda y punto: no son solamente las materias primas utilizadas, o las patentes involucradas, o el desgaste de quienes lo elaboraron.

 

Por lo anterior, pienso que de la lista de los diez jugadores más caros de la historia, tal vez solamente dos hayan ameritado semejante derroche. En su talento aplastantemente superior al resto y su capacidad para generar ganancias por conceptos de mercadotecnia, radica el que sus fichajes pudieran amortizarse aun a esos niveles. Cristiano Ronaldo y Zinedine Zidane sí redituaron pese al elevado monto.

 

Hagan cuentas de lo que CR7 ha aportado al Real Madrid desde 2009 (tanto al once como a la marca), y entonces verán que sí valió esos más de noventa millones de euros. Revisen lo que implicó para la historia merengue el vestir de blanco a Zinedine Zidane, el coronarse en Europa con su golazo, el añadir a su colección su arte, y acaso coincidan conmigo en que no estuvo tan mal el cheque por setenta millones de euros.

 

Los demás, todos grandísimos jugadores, estuvieron más o menos lejos (o lejísimos) de lo esperado. Zlatan Ibrahimovic al ir al Barcelona, la sombra de Kaká en el Madrid, Fernando Torres en el Chelsea, Luis Figo también en el Madrid (aun bajo el entendido de que fue el golpe más directo al rival más directo). Las cifras evolucionan rápido en el tiempo y hoy el traspaso de Diego Armando Maradona al Nápoles (siete millones de euros en 1984 ) no está ni remotamente entre lo más caro de la historia; en todo caso, fue el más costoso en su momento y, a la vista de los resultados, hasta el doble hubiera pagado el Nápoles de haber sabido todo lo que ganaría abrazado a la zurda del argentino.

 

Gareth Bale, me temo, no pertenece a esa lista de excepción. Pero que es un espléndido futbolista y que hasta ahora ha sido capaz de sobreponerse a la carga de tan colosal operación, nadie podrá negarlo.

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