Menos mal que golearon y superaron en todo minuto a su principal rival en la disputa del título de liga alemana, el Borussia Dortmund. Menos mal que llegaron a 38 partidos sin perder en la Bundesliga. Menos mal que marchan líderes con comodidad, tras haber dejado escapar apenas cuatro puntos de 39 disputados. Menos mal que están calificados con anticipación a octavos de final de Liga de Campeones tras haber ganado sus cuatro compromisos. Menos mal que también siguen con vida en la Deutsche Pokal o Copa Alemana. Menos mal, porque si no…

                Lo que se ha generado esta semana en el Bayern Múnich, es típico de Pep Guardiola: no sólo grandes resultados como director técnico, sino también grandes ajustes para que la tensión no se pierda al interior del plantel, para que nadie se relaje, para que no se dé algo por ganado antes de tiempo. Lo hacía en el Barcelona cuando salía a la sala de conferencias con rostro de científico que ha extraviado la fórmula secreta, jefe de estado que contempla el inicio de una revolución o poeta que vio marcharse la musa, y afirmaba: “Estoy muy preocupado por el juego de este sábado… Estoy especialmente preocupado por lo que está pasando… No estoy tranquilo con nuestro futbol… El partido de mañana es de lo más difícil… Me preocupa mucho el futbol que está haciendo el rival”: algo así como, estamos a tiempo de salvarnos, pero no sé si se podrá…

 

Palabras que sonaban bien y servían mejor para los periodistas, pero que estaban por demás alejadas del sentido común y la realidad: ahí iba por la vida su Barça, goleando a todo quien se le cruzara en el camino y levantando hasta seis trofeos en una temporada, aunque el histrión Guardiola se acariciaba angustiado la barba entrecana, recurría a un tono apocalíptico (como si pensara en voz alta y frente a los reporteros), para luego referirse a los atómicos riesgos de enfrentar a un conjunto que entre todos sus jugadores no alcanzaba las cuotas goleadoras de Lionel Messi y que de diez encuentros acaso empataría uno a la máquina blaugrana.

 

Pep ha denunciado que existe un soplón en su Bayern y que le sacará de las alineaciones en cuanto dé con él. Sucedió que el sensacionalista diario Bild ha sido capaz de adelantar alineaciones e incluso publicó detalles de la preparación bávara para el clásico contra el Dortmund.

 

Lo que Guardiola sabe mejor que nadie es que eso forma parte del futbol y más en un plantel de élite: si tienes veinte estrellas y sólo juegan once, algunos dos o tres de los nueve descartados, pueden resultar un agente desestabilizador… O, más aun, alguno de los que juegan y simplemente tienen buena amistad con cierto periodista o desean estar en paz con cierto medio (a lo que debe añadirse que parte del afán periodístico es anticiparse o enterarse).

 

No es algo fácilmente evitable, pero existen precedentes de entrenadores que han preferido mantener escondida en su mente la formación y darla a conocer al plantel cuando ya esté a pocos instantes de brincar a la cancha. Solución que la mayoría refuta: como líder se proyecta poca confianza en los subordinados y se genera una ola de intranquilidad (al que va a jugar le gusta saberlo desde antes y, sobre todo, junto a quiénes más, bajo qué parado y especificaciones).

 

La frase del presidente del club, Karl-Heinz Rummenigge, incrementó todavía más la puesta en escena: “No vamos a instaurar una NSA (Agencia de Seguridad Nacional estadounidense) para buscar por el mundo al soplón, pero le recomiendo que pare o tendremos problemas”.

 

Hagan de cuenta que Bradley Manning, Edwrad Snowden y Julian Assange llegaron al balompié teutón… Y no sólo eso, sino que llegaron y operan en el equipo más exitoso de la actualidad, ese que es candidato avasallador a coronarse y que aspira otra vez a más a de un título en esta campaña.

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