Recurrí a un viejo tópico convertido en canto de tribuna, al hacer una pregunta a Miguel Herrera aquí en Nueva Zelanda. Los jugadores habían terminado de comer y uno a uno subían de vuelta a las habitaciones, al tiempo que el seleccionador lucía –pero no lo decía– cansado quizá de tanto avión y tantas horas de diferencia.

                -Y entonces, Miguel, el miércoles estamos listos para gritar “Nos vamos al Mundial”…

 

No endureció el semblante porque parece tener varios meses sin hacerlo (o, no al menos fuera de la cancha, que ahí dentro, de rutina, sí lo endurece, tuerce y deforma a proporciones caricaturescas). Tampoco contestó, contrario a su costumbre, de inmediato. Empezó por mover la cabeza a manera de negación y entonces sí lanzó las palabras cual tirabuzón:

 

-Gritar no… No podemos gritar… Ni festejar… No estamos para festejar. Cumpliremos una meta, eso sí, y a eso nos comprometimos… Pero nuestro futbol tiene que analizar todo lo que hizo mal en el año. Fueron muchas circunstancias, cosas que se dieron así… Pero no festejar.

 

Un Miguel Herrera que había empezado por aceptarme que cuatro semanas atrás, no hubiera creído a nadie que iba a estar aquí, en Wellington, dirigiendo a la selección mexicana en el último suspiro para meterse a la Copa del Mundo. Un personajazo del banquillo que intenta seguirse proyectando igual, un tanto irreverente, otro tanto auténtico, en todo caso sencillo y algo excéntrico. En un medio que se ha hecho tan serio, él llegó a Nueva Zelanda en pantalón corto, y se prestó a rituales maoríes, y se detiene a dar entrevistas a quien así lo solicite, y colabora en lo que piden los medios, y esboza palabras más allá de los lugares comunes, y adelanta la alineación, porque como él mismo me explicó:

 

-¿A quién vas a sorprender si te la guardas? Ya sabemos todo… Vimos todos los videos de Nueva Zelanda… Cómo se mueven… Qué hacen… Qué te ponen en la cancha… ¿Los quiero sorprender? Sólo que mande a Moy Muñoz de delantero, o a Oribe abajo, o al Maza Rodríguez de mediocampista táctico… Por eso no hay problema en decir la alineación que utilizarás.

 

Un día después, paso a recogerlo al hotel Bolton de Wellington, justo cuando algunos de sus dirigidos aprovechan la tarde libre para turistear un poco (alguno al museo de la casa productora de los filmes “El Señor de los Anillos”, otros a la zona costera de la isla, que tampoco es que allá tanto qué hacer en esta capital).

 

Esperaba, francamente, que alguna camioneta se ocupara de desplazar al seleccionador nacional, que viniera acompañado por una especie de séquito. Todo lo contrario. Bajó solo al lobby y me preguntó ronco si ya estábamos listos. Mientras se subía al asiento del copiloto, nada más dijo riéndose:

 

-Menos mal que tú sí sabes manejar al revés, porque si me lo das aquí nos rompemos la madre… Ayer pensé que nos la partíamos completita…

 

Hablamos del momento. De la presión. De la exigencia. De la oportunidad que se le ha presentado. Del perfil de algunos de sus pupilos. De ciertas cosas que pasan en el vestuario. De su pasión por la coherencia. De la relevancia de Ricardo Peláez en esta serena faceta de su vida. De su necesidad de aferrarse a la sencillez (y no es necesario que explique la frase popular que lanzó para referirse a lo que dura el éxito). Tal como cuando era jugador de Toros Neza y lo entrevistaba, sacaba constantemente sus comentarios chuscos, recurría a la broma, y luego, súbitamente, formalizaba el sentido de sus palabras.

 

Dirigir a la selección mexicana hoy, es en especial difícil. Pero haberla dirigido la semana pasada, era exponencialmente más complicado: antecedentes de tantos desastres en el Azteca, y tantos abucheos, y tantas decisiones sensibles como prescindir para esta instancia de los europeos, y tantas noches de piernas engarrotadas, y tantos balones mal medidos y mal rematados. ¿Que Nueva Zelanda fue poco rival en la ida? ¿Que no disponía de su figura, Winston Reid? ¿Que se ahogó en la altura de la Ciudad de México? Como sea, pero nada de eso es culpa de los elementos tricolores. Más aun, el liderazgo valiente y arrojado de Herrera, ha resultado clave para que demasiadas sensaciones hayan cambiado en este equipo tras tan horrible año.

 

Él recibió un explosivo paquete y ha reestabilizado el barco, encaminándolo por fin hacia Brasil 2014: se merezca en México o no, que ya es material de otro debate, ahí se estará. Ese mérito, pase lo que pase, nadie podrá quitárselo.

 

¿Qué sigue? Para eso sí contesta de inmediato y acelerando tanto las palabras hasta que se trepa una sobre la siguiente:

 

-Aprovechar que el 21 de noviembre lo viviré dos veces por la diferencia de horas… Porque tres días después voy contra Tigres en la liguilla y yo aquí en la selección ando de prestado. Terminando lo de Nueva Zelanda, ya es bronca de los directivos… Yo tengo chamba con el América… Quiero el bicampeonato.

 

Piojo en estado puro. Ni más, ni menos. Lo que la federación sabía que agarraba para sortear tamaña emergencia.

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