Toda una bocanada de aire fresco inspira el futbol desde la Ciudad Eterna.

La Roma consiguió su novena victoria consecutiva en igual número de jornadas de la Serie A, con lo que iguala el mejor inicio en la historia del Calcio.

                  Se trata de un equipo que no ha sido campeón desde el 2001 y que, de hecho, apenas se ha coronado en tres oportunidades. Más aun, es dirigido por un estratega relativamente desconocido en el primer plano del balompié europeo. El francés Rudi García, de trayectoria más bien humilde como futbolista, ha pasado por toda esfera de este deporte antes de la actual consagración: hace no mucho tiempo fue entrevistador a pie de cancha y analista en televisión, fungió como jugador-entrenador, trabajó como caza-talentos, auxilió en materia de fisioterapia, hasta que en el 2002 le llegó la ocasión de dirigir en tercera división al Dijon. Nueve años después, llevó al Lille a conquistar su primera liga francesa en más de medio siglo, con claves parecidas a las que lo tienen encumbrado hoy: gran colectivo, sorprendentes nociones tácticas, regularidad, jóvenes rindiendo a máximas proporciones, cartuchos aparentemente quemados volviendo a destacar.

 

Así se ha dado su llegada a la Roma. Ni tiempo de adaptación, ni grandes contrataciones, ni presupuestos para pelear con los más poderosos. De hecho, el conjunto giallorosso perdió para el presente certamen a algunos de sus principales pilares como Erik Lamela (se marchó al Tottenham), Maarten Stekelenburg (al Fulham), Pablo Oswaldo (al Southampton) y Markinhos (al Paris Saint Germain). Su balance de ingresos y egresos habla tan contundentemente como esas nueve victorias al hilo: cien millones de euros recibidos en ventas, por sesenta millones gastados en refuerzos.

 

Pero llegó Rudi y pronto hizo sentir su liderazgo. Elementos de la selección italiana sub-21, como Alessandro Florenzi, recibieron una inesperada relevancia en la alineación; Francesco Totti tomó su enésimo aire (tanto, que algunos lo piden de regreso a la selección); Danielle De Rossi ha vuelto a comportarse como brújula y pulmón a cada partido; Maicon, poco valorado en su paso por el Manchester City, es de nueva cuenta un lateral top; el bosnio Miralem Pjanic, el estadounidense Michael Bradley, el marfileño Gervinho, todos están en plan estelar. Sin embargo, más allá de nombres y hombres, la solidaridad es la cara que mejor define al desempeño de esta escuadra. La solidaridad y la vanguardia en los planteamientos de su DT.

 

La brillantez de esta Roma no garantiza ser campeones de Italia o lograr mantener semejante ritmo, mas deja claro que los grandes del futbol se están extraviando al buscar apostar sólo por directores técnicos experimentados y legitimados por haber deambulado por varios banquillos importantes. Rudi García, como Diego Simeone en el Atlético de Madrid, es una muestra de que más allá de los años de práctica, la renovación resulta imprescindible.

 

Por ahora, los tres grandes (Juve, Milán, Inter) están lejos tanto de los puntos como del desempeño romanista. Algo parecido con el sublíder Nápoles, que tan bien invirtió en el verano pasado.

 

Inspirados por esa efigie en su logotipo, de la loba amamantando a Rómulo y Remo, la AS Roma no halla freno en este inicio. Situación por demás necesaria en un futbol que tiende a hacerse muy predecible en materia de repartición de títulos.

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