Miguel Ángel Mancera anda ya desesperado. Y no es para menos. Los mentores amagan de nuevo con retomar el zócalo y continuar con sus marchas (y bloqueos) por distintos puntos de la ciudad.

 

De ahí que ayer, en un acto que nada tenía que ver con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) –de hecho, andaba por Iztapalapa presentando su plan de manejo de residuos sólidos-, el jefe de gobierno del Distrito Federal aprovechó los micrófonos y las cámaras para hacer un llamado a los maestros a instalar una “mesa pública”.

 

¿Qué significaba esto? El propio Mancera lo explicaría. Se trataba de proponerle a la secretaría de Gobernación, a la Federación, una mesa en la que participaran los maestros, sus dirigencias, la Comisión que ya ellos designaron para sus pláticas con el Gobierno, y la propia Federación. El gobierno del DF, indicó, también estaría dispuesto a participar.

 

Pero el punto principal de esta propuesta consistía en que el encuentro se haga público. Es decir, que se permita la presencia de los medios de comunicación: Me parece –dijo Mancera- que ya es momento “de que se conozcan estos acuerdos a los que se reitera que llegan las partes y que después muestran que no hay algo concreto”.

 

En otras palabras, Mancera dejó ver que en los encuentros entre la Federación y los maestros se llegó a distintos acuerdos y luego resultaba –a decir de los profesores- que no había tal. Por ello propuso la presencia de los periodistas, sus cámaras y micrófonos, para atestiguar los diálogos y los acuerdos.

 

¿Hubo algún acuerdo incumplido con la Ciudad de México? ¡Sin duda!, a decir de los colaboradores del GDF, se acordó con los dirigentes de la CNTE que los maestros se irían al monumento a la Revolución y no regresarían al zócalo.

 

La respuesta a la propuesta de Mancera—de una mesa pública- es complicada para los líderes de la CNTE. Si bien es una oportunidad para la Coordinadora de hacerse escuchar, también podría ponerlos en evidencia. ¿Cómo? En el sentido de evidenciar –ahora sí que en vivo y a todo color, con periodistas de testigos- posiciones de los líderes que resultaran moderadas frente a lo que piensan en sus bases. Ni más ni menos.

 

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UN GRITO DIFÍCIL.- Con los maestros a unos cuantos kilómetros y recién desalojados de la plaza de la Constitución, era bien complicado organizar el Grito en el zócalo. Por un lado, no podía hacerse “de puertas abiertas”. Por otro, no se deseaba una plaza vacía.

 

Resultado: muchísima seguridad en los alrededores para cuidar el ingreso al corazón del país; acarreados del Estado de México y de Hidalgo para ocupar la zona bajo el balcón; y un zócalo al que en esta ocasión rehuyó buena parte de los ciudadanos que gustan de concurrir cada año a gritar ¡Viva México!.

 

El presidente de la República hizo de tripas corazón. A las once de la noche en punto, Enrique Peña Nieto asomó al balcón central del palacio Nacional para dar su primer Grito. Sólo héroes de la independencia asomaron. Emiliano Zapata, caudillo revolucionario incorporado por Carlos Salinas de Gortari en su Grito, salió esta vez del repertorio.

 

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Y UN 16 MUY COMPLICADO.- Apenas concluida la ceremonia del Grito, Peña Nieto hubo de disculparse con sus invitados a la cena de gala en el patio central del palacio Nacional.

 

Los embates de las tormentas Ingrid y Manuel, por ambos flancos del país,  habían ya cobrado sus primeras víctimas. Peña Nieto se vería “en la necesidad y en la obligación” de retirarse para instruir y supervisar las acciones a llevar a cabo.

 

A todo lo largo de la noche estarían llegando informes de lo que provocaban las tormentas en varios estados del país. Para la mañana del 16, el desfile militar apenas si se convertiría en trámite frente a lo que acontecía en el país por las tormentas. Y sin embargo, no dejaría de destacarse un hecho: Ejército, Marina y Fuerza Aérea, marchaban alternadamente –e incluso juntas en ocasiones-, a diferencia del pasado.

 

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GEMAS: Obsequio del escritor y ex director de Canal 22, Jorge Volpi: “No se trata de compartir la estrategia o las ideas de los manifestantes -casi siempre borrosas e inasibles-, sino de mirar los bloqueos como quien mira la llaga abierta en una sociedad herida”.