Al participar esta noche en el homenaje que la Academia Mexicana de la Lengua rindió al escritor, lingüista y polígrafo Ernesto de la Peña, a un año de su fallecimiento, el poeta Eduardo Lizalde aseguró que fue “un sabio admirable y un hombre de grandes virtudes”.

 

El bardo y académico dijo que se ha hablado todo el año del lingüista, y sin embargo, es preciso recordar que De la Peña era poseedor de claridades impresionantes. “Por fortuna, dejó impresa en la última etapa de su vida una obra muy grande que él mismo se resistía a publicar, una obra que cubre varias vertientes y géneros”.

 

Son cerca de dos mil 500 páginas las que dejó publicadas recientemente, además de otros 10 libros realizados en la última década de su vida, comentó Lizalde antes de subir al estrado en compañía del director de la Academia, Jaime Labastida, y otros personajes que se dieron cita esta noche.

 

Ernesto de la Peña (Ciudad de México, 1927-2012) obtuvo el Premio “Xavier Villaurrutia” 1988 por “Las estratagemas de Dios”; el Premio Nacional de las Ciencias y Artes 2003 en Literatura y Lingüística; Medalla de Oro otorgada por Bellas Artes en 2007, y el Premio “Alfonso Reyes” 2008, por citar algunos.

 

Estudió letras clásicas en la UNAM y lingüística indoeuropea, griego, latín, hebreo, sánscrito, y otras lenguas de manera autodidacta, hasta llegar a conocer 33; fue catedrático de religiones orientales, literatura griega y Biblia en el Instituto Helénico y de técnica de la traducción y de lengua alemana en el Instituto de Intérpretes y Traductores.