Los peores presagios respecto al fondo que podía tocar la selección mexicana, se han materializado inevitablemente. Un proyecto incapaz de meter gol en tres partidos eliminatorios como local donde solía golear; un equipo que desperdició ventaja de dos tantos en su visita a Honduras y comenzó ahí tan pesada sentencia; un cuadro que fue a Panamá y tampoco logró más que el 0-0; un representativo que se vio tan mal al inicio de la Copa Confederaciones que Carlos Salcido admitió: “jugamos con miedo”; una selección que con plantel alterno pero con el mismo líder en la banca, cayó dos veces a manos de Panamá en Copa Oro. Ése, es el que hoy tiene a la afición mexicana con calculadoras y especulaciones: si ganamos y tales pierden, si sacamos el empate y aquéllos no, si llegamos a tantos puntos y los demás se quedan en tal número.

 

En fin. El único camino que queda a Brasil 2014 es imponerse en los tres partidos que quedan en el Hexagonal. Da la impresión de que si se suman los nueve puntos, incluso la recalificación contra Nueva Zelanda puede ser evitable… Aunque estamos hablando de ir a derrotar a Estados Unidos en su casa como no se ha hecho en eliminatoria en más de cuarenta años, y de por fin triunfar en un sitio que se ha convertido en pesada losa como el Azteca, y de cerrar con victoria en Costa Rica. Demasiadísimo pedir si consideramos lo sucedido tres días atrás.

 

¿Así de mal se encuentra la selección nacional? Así de mal se ha visto, pero así de mal no puede hallarse su nivel: resumen de nuestra debacle, basta decir que el nivel de este Hexagonal no es específicamente alto y más bien yo diría que luce menor a otras veces. Semejante impotencia en los minutos finales a poner el balón en el área rival e intentar alguna verdadera llegada antes de consumarse el acabose contra Honduras, parece extraída de una pesadilla.

 

Luis Fernando Tena se encuentra ante algo más que un reto. Primero que nada, levantar la moral de este plantel, hacerle volver a creer en sus posibilidades, sanar lo que sea que se haya roto con la salida (o con la estancia) de Chepo de la Torre, hallar perspectivas diferentes a tan predecible y frágil juego. Y todo en tiempo récord: construir, sobre las cenizas que quedaron el viernes, un colectivo que se atreva a jugar.

 

En cuatro días no se levanta y estructura un equipo de futbol, ni se impregna una nueva idea, ni se impone a cabalidad otra visión… Pero en cuatro días sí puede ejecutarse una especie de revulsivo en términos de actitud, de genuina conciencia de cara a lo que viene, de valentía, de carácter, de desparpajo, todos los anteriores conceptos que han faltado; eso, y futbol.

 

Que fue un error no cambiar de director técnico unas semanas atrás, tan indiscutible como tarde para tal debate. En torno a la figura de Tena hay que unirse y en varios de los ídolos del futbol mexicano en el 2012 hay que confiar una vez más. Algo tiene que quedar de eso. De su inteligente parado. De su capacidad de generación de llegadas. De su aplomo sin importar la magnitud de las circunstancias del rival. De su dominio de los tiempos. Ese algo que lleva desaparecido tantos meses. Milagros no existen y ha de empezar por reconocerse todo lo que no se ha hecho bien, por cerrar filas, por hablar claro tanto en el vestuario como en la cancha, por hacer a un lado todo lo que los separa y priorizar esos tres puntos.

 

Ganar en Estados Unidos el martes es aferrarse a una última esperanza, cuando parece obvio que un empate (en otras épocas, resultadazo en Columbus) descartaría ya la calificación directa. ¿Difícil? Muy. ¿Imposible? No. Mayores despertares se han presenciado.

 

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