Más que tres ciudades, tres modelos rivalizarán este sábado en aras de quedarse con la sede de los Juegos Olímpicos de verano del 2020: ¿Tokio, Madrid o Estambul?

 

La primera es el típico caso de actualidad boyante y derroche para deslumbrar al mundo; la segunda, una alternativa austera y recargada en instalaciones ya existentes; y la tercera, una ciudad en vías de desarrollo que pretende aprovechar la cita para cambiar diametralmente su rostro e infraestructura.

 

¿Con qué opción se quedará el Comité Olímpico Internacional? Me parece que si Turquía no hubiese experimentado semejante cantidad de dificultades (tanto internas como externas) sería el candidato obvio. Lo anterior lo digo con base en los últimos patrones seguidos tanto por el COI como por la FIFA. Esta tendencia comenzó con China quedándose los Olímpicos del 2008, Sudáfrica el Mundial 2010, Brasil los dos eventos en 2014 y 2016, Rusia el Mundial 2018, incluso Qatar el 2022. En pocas palabras, el universo por desarrollarse desplazando como anfitrión deportivo al universo ya desarrollado: bienvenidos al planeta BRICS (por sus siglas Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) y similares, entre los que sin duda está Turquía.

 

Su condición de país musulmán más occidentalizado, su ubicación en la puerta de Europa, su explosión como mercado emergente, hacían de Estambul marco perfecto para convertirse en primera sede mayoritariamente islámica en la historia.

 

Sin embargo, todo ha sido difícil en este camino: la tensión política en sus vecinos Siria, Irak e Irán; las protestas contra el presidente Erdogan de un par de meses atrás; hasta los escándalos de dopaje (más de 30 atletas turcos sancionados hace unas semanas) y de amaño de partidos (por los que los clubes de futbol Besiktas y Fenerbahce fueron suspendidos de certámenes europeos). A todo ello debemos añadir un factor más indispensable hoy que nunca: que los organismos deportivos se han cansado de experimentar nuevos horizontes y, para colmo, de ser mal recibidos en el intento, tal como se padece con Brasil: por un lado, atrasado en sus preparativos; por el otro, envuelto en manifestaciones y disturbios contra el derroche que implican estos eventos. Turquía haría desde un túnel bajo el estrecho de Bósforo, hasta una remodelación total de aeropuerto, alojamiento, carreteras… Prácticamente, todo.

 

Tokio sería sin duda la apuesta más segura y firme. Estabilidad. Consistencia. Poderío organizativo y económico. La vanguardia japonesa por fin al servicio de un evento deportivo, recordando que para el Mundial 2002 los nipones no emplearon todo su músculo futurista, un tanto molestos por compartir sede con Corea del Sur. Esta vez, los sudcoreanos podrían perjudicar de nuevo a Japón pero de forma por demás indirecta: tener los Olímpicos de invierno del 2018 ya adjudicados a Pyeongchang hará a muchos votantes pensar en alternancia y alejar los del 2020 del vecino Tokio. El otro pero que enfrenta Japón, es el tema de la filtración de radiaciones de la planta de Fukushima, algo que sus delegados han negado recurrentemente e incluso por medio de los robots que llevaron la conferencia de prensa del miércoles.

 

Madrid es, desde mi humilde opinión, quien resultará ganador. Muchos europeos se opondrán de lleno a que un lugar al que han rescatado con sus impuestos, organice semejante jolgorio deportivo. No obstante, la capital ibérica apela al modelo de Olímpicos que desde ya debe convertirse en constante: poco desembolso, aprovechar lo que ya se tiene (80% de las sedes ya existen), cuidar cada centavo. Otra fortaleza madrileña es su huso horario (más proclive a elevada audiencia) y sus precios mucho más accesibles que los japoneses.

 

Tokio es el favorito en las apuestas, aunque recordemos que en las últimas dos votaciones –2012 y 2016– no logró imponerse quien dominaba los momios. La clave estará en la segunda vuelta, a la que se da por hecho llegarán los japoneses en primer puesto. Ahí, quien sobreviva entre Madrid y Estambul, puede vencer si rescata los votos de quien antes haya sido eliminado. La otra opción –poco viable según cálculos previos– es que los nipones consigan suficiente ventaja de entrada y hagan innecesario el segundo round.

 

Mucha política y muchos rumores. El fuego de Olimpia espera destino para el 2020. La respuesta, este sábado en Buenos Aires.

 

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