Vuelve a sonar el himno deportivo más épico de la historia. Himno, extraído de la composición El sacerdote Zadok de Georg Friedrich Händel, bajo cuya melodía se han coronado los reyes británicos de los últimos tres siglos y los reyes europeos del futbol de las últimas dos décadas.

 

Un sorteo de grupos que, al menos en apariencia, deja las cosas un tanto cómodas para los grandes: Manchester United en el A, Real Madrid y Juventus en el B, Paris Saint Germain en el C, Bayern Múnich y Manchester City en el D, Chelsea en el E, Atlético de Madrid y Oporto en el G, y Barcelona junto con Milán en el H, no deberán tener problemas para alcanzar la ronda de los octavos de final.

 

Me he saltado el sector F, debido a que veo un nivel de paridad que resultará en muy apretado devenir: el Nápoles se reforzó soberbiamente con el dinero ingresado por la venta de Edinson Cavani al París (Higuaín, Callejón y Pepe Reina), al tiempo que Borussia Dortmund mantiene un espléndido bloque, el Arsenal posee el antecedente de haber superado la primera ronda de Champions durante diez temporadas consecutivas, y el Olympique de Marsella es un verdadero hueso como local.

 

Al margen de eso, el sorteo me genera otras dudas: primero, en el grupo A, si la Real Sociedad, de Carlos Vela, logra comportarse con la misma soltura ya en fase de grupos de Liga de Campeones; la vislumbro en octavos de final, pero Shakhtar y Leverkusen son dos rivales particularmente incómodos. En el B, no veo ni a Galatasaray ni a Copenhage con tamaños para frenar a merengues y juventinos. En el C, la segunda plaza debería pertenecer al Benfica. En el D, Manchester City tiene un escenario idóneo para por fin brincar la barrera en la que se ha quedado atorado durante los dos certámenes pasados y corresponder a tamaña inversión con resultados a escala continental (ojo: que el CSKA de Moscú, tiene con qué estropearle la fiesta). En el E, el segundo sitio pinta para Schalke 04. En el G, los astros se han alineado para que el Atlético, de David Villa, no halle demasiados obstáculos en su regreso a esta competición. Y en el H, muchos se han apresurado a decir que Barcelona y Milán pasarán problemas con Ajax y Celtic, algo con lo que no coincido; sobre todo la visita a Glasgow es dura, mas supongo que nada como para espantar a blaugranas y rossoneri.

 

La otra revelación del jueves, fue que Franck Ribery se erigió mejor futbolista de la pasada edición de torneos europeos. Aunque es verdad que parte de la gloria del Bayern Múnich fue atribuible a su estelar rendimiento, tendría que establecerse con precisión qué es lo que se premia: ¿haber conquistado títulos o haber sido indiscutiblemente el mejor? Creo que esta vez, el trofeo correspondía a Cristiano Ronaldo, quien cargó con el Real Madrid y brilló a proporciones celestiales mientras sus compañeros navegaban colgados de sus goles (sin que esa percepción deba verse afectada por haberse quedado en semifinales). Ribery, sin olvidar la gran temporada que hizo y el título, no está al nivel de los dos genuinos dueños del balón que existen hoy en el planeta. Y si se ha de premiar al mejor, entonces no veo por qué el debate deba prestarse a confusiones.

 

En fin. Lo maravilloso es que ya vuelve a sonar el poderoso estribillo basado en la ópera de Händel y que el 17 de septiembre tendremos ya el balón de las estrellas rodando en otra Champions League. Echada la suerte, que Europa se ponga a jugar.

 

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