Ya puede el Real Madrid romper de nuevo el récord de traspaso más caro de la historia y pasar de los cien millones de euros en la compra de Gareth Bale. Ya puede el Chelsea obsesionarse con comprar dos estrellas por posición y aun así mantenerse alerta para ver qué perla añade a su repertorio. Ya puede cada equipo grande de Europa pagar más de 30 millones por cualquier futbolista falto de consagración o garantías. Ya pueden los millonarios –jeques u oligarcas, advenedizos o experimentados, empresarios o apasionados– poner su fortuna personal al servicio de su nuevo juguete.

 

Ya puede suceder todo lo anterior, multiplicarse, acentuarse, y aun así, como dijera alguna vez el director técnico Vujadin Boskov, “futbol es futbol y gol es gol”: frase que en su simpleza y falta de estructura gramatical, revela resignación por cuanto no se puede controlar en el terreno de juego (en otra de sus geniales frases, Boskov decía: “futbol es imprevisible porque todos partidos empiezan cero a cero”).

 

El Cardiff City, conjunto galés que por primera vez juega en la Premier League, se impuso este domingo al millonario Manchester City y ratificó la teoría: podemos hacerlo demasiado complicado; podemos hacernos los interesantes y saturarlo de teorías, hipótesis, fondos de inversión, cotización en la bolsa, parques temáticos; podemos, pero no llegaremos a absolutos.

 

Solamente en el traspaso del brasileño Fernandinho (45 millones de dólares) o en el del español Álvaro Negredo (40 millones de dólares), el Manchester City gastó más que el Cardiff City en toda esta pretemporada (en total, 39 millones de dólares). Más aún: el plantel del ManCity está valuado en casi 600 mdd, al tiempo que el del Cardiff no llega ni a los 50 mdd.

 

Pero brincaron a la cancha y ganó el más débil. Finalmente y como dijera otro clásico de este deporte, el alemán Sepp Herberger, “Der Ball ist rund und das Spiel dauert 90 Minuten”: el balón es redondo y el juego dura noventa minutos. ¿Obviedad? Todo lo contrario: un grito que suplica sentido común.

 

Según las tablas de posiciones de la Liga Premier que elaboró Forbes con base en múltiples variantes numéricas y económicas, el Manchester City tiene 0.1%  opciones de descender mientras que el Cardiff es el tercero con más opciones con cerca de 30%; a la inversa en las posibilidades de calificar a Champions (es decir, terminar entre los cuatro primeros): los citizens 76.1% y los galeses 0.8%.

 

Y, sin embargo, prohibido dar cosas por hecho. Las ligas europeas están, en efecto, en uno de los momentos más dispares en su historia; a priori es fácil pronosticar el destino de los 2 o 3 poderosos de cada liga, que es casi siempre ganar, pero no existen garantías.

 

Seguramente, el ManCity terminará entre los punteros y el Cardiff lo hará peleando por no descender, más lo de este domingo jamás será olvidado en la capital galesa.

 

Por ello este deporte desencadena tanta pasión: porque, millones y estadísticas al margen, todo puede pasar. Aunque casi nunca sea de tal manera, aunque muchos se fastidien de ver ganar siempre a los mismos, aunque quizá esto sólo sea una especie de excepción que confirme la regla.

 

Ya pueden gastar lo que gusten los gigantes. Saben que un aleccionador baño de humildad les espera a la vuelta de cualquier esquina.

 

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