Bajo circunstancias y antecedentes normales, nadie tendría la menor de las dudas: a una selección que padece seriamente para meter gol, como solución automática quien ha hecho siete en cuatro partidos; a un cuadro huérfano de talento y sediento de ocasiones ofensivas, un futbolista con creatividad suficiente para generar llegadas y abrir espacios; a un conjunto que parece haber olvidado el camino al arco rival –tanto en eliminatorias y Confederaciones, como con convocatoria alternativa en Copa de Oro-, este ofensivo como inmediata cura.

 

¿Y entonces por qué el debate respecto a la titularidad de Ángel Reyna en el equipo mexicano es tan agrio y dividido? Desde su irrupción misma siete años atrás, ha alternado jornadas mágicas con partidos para el olvido, períodos alentadores con rachas en las cuales sólo dio de que hablar con explosivas declaraciones. Allá dónde ha ido -y de eso ya hablaremos, porque ha ido a muchos sitios- ha salido de mala forma, pero dejando detrás al menos un puñado de acciones memorables que dan para coraje: ¿Quién es capaz de hacer eso con el balón, quién es capaz de manejar así los tiempos en un ataque, quien es capaz de definir de tal forma, no puede ser capaz de disciplinarse, integrarse, ayudarse para ser productivo siempre o más seguido?

 

Desde antes de debutar, Reyna traía en los botines condiciones de privilegio y en la mente actitudes de desperdicio. Fue, vino, regresó por América, San Luis y Necaxa. Pasó por Monterrey y Pachuca. Sonó para Chivas pero sin llegar a un arreglo. Y ahora recaló, en forma inmediatamente imponente, en el Veracruz.

 

Chepo de la Torre comenzó a recargarse en él como primera opción de relevo ofensivo en este árido 2013, mas nunca terminó por otorgarle confianza y alguna ruptura pudo suscitarse en la pasada Confederaciones cuando no jugó un minuto (y conociéndose el temperamento de este muchacho, es de especularse que algo pasó en esa relación).

 

A su llegada al Veracruz, en un discurso que constantemente recurría a Dios y a nociones religiosas, pudo verse la imagen que Reyna intenta proyectar desde unos meses atrás. A eso añadió palabras que pretenden enterrar la percepción de conflictivo que de él se tiene.

 

Próximo a cumplir 29 años, bien sabe que su consolidación en selección, ya de por sí pospuesta y tardía, no puede esperar más. En sólo tres partidos de liga con Veracruz ha sido líder, ha cargado con el equipo, ha encontrado la portería rival en siete ocasiones, ha dado inéditas señas de paz. Su gran momento coincide con la gran necesidad ofensiva en el Tri.

 

Coincidencia que resultaría idónea de no ser por los antecedentes y las inevitablemente bien sustentadas dudas. ¿Madurez genuina o momentánea? ¿Estabilidad definitiva? ¿Merecida oportunidad?

 

Y mientras imaginamos al Chepo enfrentándose cual poeta que añora a su musa a la hoja en blanco de la convocatoria, aparece Reyna festejando una y otra vez goles con el Veracruz… y criticado por el portero nacional, Jesús Corona, por sus clavados en el partido contra Cruz Azul.

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.