tere_diaz“No pretendo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino poder sobre sí mismas”, Simone de Beauvoir.

Imposible ser mujer y no haber sentido, antes que después, el sometimiento y la exclusión, y el peso que esto implica… Ya lo dice Marcela Serrano: “Que me perdone Neruda, pero a veces sucede que me canso de ser mujer”. En muchas áreas de la vida hemos estado –y seguimos estando– sometidas, excluidas, abusadas… Marina Castañeda, en su libro Machismo Invisible, dice de manera radical que “Todo ensayo sobre el machismo escrito por una mujer parecerá una autobiografía”.

Si bien todo cambio, como dice el creador de la terapia familiar estructural Salvador Minuchin, “comienza con una exageración”, la actitud de muchas mujeres, bélicamente posicionadas frente a los hombres, ya no hace distinciones ni precisiones y cobra a “justos por pecadores”, sin reparar en las particularidades de cada varón. ¿Será que el reclamo y la queja permanente nos exime de colaborar en un auténtico cambio social?

Pero ante el enojo viene la revancha: nos volvemos competitivas para mostrar que somos mejores; lejos de ser autosuficientes nos comportamos con desprecio, usando el sarcasmo, la ironía, la crítica y la agresión. Impedimos el encuentro como si el objetivo fuera ser superiores.

Estoy de acuerdo en que hay que denunciar los abusos, hay que negarse a los acosos, y en que es necesario resistir los embates que requieran los manejos manipulativos y controladores de una sociedad patriarcal, pero esto no excluye que debamos hacernos responsables de nuestro devenir y de nuestro bienestar. ¡No se trata de criticar a los hombres sentadas tomando café, al tiempo que les demandamos que nos conquisten, nos resuelvan la vida y nos mantengan!

¿No será que muchas queremos sólo la parte “dulce” de la autonomía? ¿Acaso no nos acomoda en ciertos momentos ser tratadas como niñas “indefensas”? ¿Falta que asumamos que la satisfacción personal y la propia seguridad depende de nosotras? ¿Estamos listas para ver a los varones como iguales? Ya lo decía Simone de Beauvoir “No pretendo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino poder sobre sí mismas”.

Comulgo con la opinión de Clara Coria, psicóloga y escritora argentina, quien afirma que a veces la comodidad de ciertas mujeres, tiene que ver con un profundo miedo al protagonismo; un protagonismo que implica exhibirse de manera diferente a la que han estado acostumbradas y condicionadas: una exhibición que requiere exponer las ideas en vez del cuerpo, que implica posicionarse en un lugar social exterior al ámbito doméstico y que no está basado en el trueque afectivo, a través del cual se cambian privilegios y favores por “amores”. Un protagonismo que supone dejar de mostrarse como objetos para exhibirse como sujetos, y esto implica afrontar una infinidad de temores profundamente arraigados, los cuales muchas capotean tras una “burka” de comodidad institucionalmente aceptada y promovida.

Por eso es momento de perder el miedo, dejar el confort y ser valientes, es momento de protagonizar.

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