Comprar lo que no está en venta implica, por naturaleza, desembolsar muchos más millones y bajo esa lógica se han gestado los fichajes más costosos en la historia del futbol.

 

Pensemos en la célebre secuencia de la película Una propuesta indecorosa, cuando Robert Redford dice “supongamos que te ofreciera un millón de dólares por una noche con tu esposa… Pretendamos que no estoy bromeando… ¿Qué dirías?”. Con base en esa mecánica se ha conducido Florentino Pérez desde que asumió por primera vez el timón del Real Madrid en el 2000.

 

Luis Figo llegó después de que se abonara al Barcelona la cláusula de rescisión de contrato (no hubo negociación, porque jamás habría sido vendido el ídolo blaugrana a la entidad merengue). Con Zinedine Zidane, cual si se tratara de adolescentes, empezó el coqueteo a través de un mensaje escrito en una servilleta en plena gala futbolística (“¿Te gustaría jugar en el Madrid?”) y posteriormente convenció a la Juventus tras ofrecer el hasta ese momento más elevado monto de la historia. Lo de Ronaldo se complicó más porque el Inter no deseaba desprenderse del resurgido crack al que había pagado dos años de cirugías y rehabilitaciones. Con David Beckham el punto de partida fue la declaración de Florentino (que parecía trabalenguas infantil) desmintiendo tajantemente su interés: “Never, never, never, never. Nothing, never, never, never. Not now. Not ever”: Nunca, nunca, nunca, nunca. Nada, nunca, nunca, nunca. Ni ahora, ni nunca”. Y con Cristiano Ronaldo se volvió a llegar al punto más alto de la lista de más caros, y con Kaká algo parecido, y la siguiente presa tiende a ser el galés Garteh Bale.

 

Cuando el Madrid evidenció su interés por el futbolista del Tottenham, se empezó a especular una operación superior a los 60 millones de euros, que no es poco, aunque sí mucho menos que lo pagado en el 2009 al Manchester United por Cristiano. Conforme Bale incrementaba su desempeño, el club londinense endurecía postura de no venderlo y el Madrid elevaba oferta. ¿70 millones? ¿Incluso 80?

 

Fue desde que Neymar confirmó que su destino era el Barcelona, que Florentino dedicó toda su atención a Bale. Entonces ha quedado claro que si lo quiere en el Bernabéu, habrá que convertirlo en el futbolista más caro de todos los tiempos (por cierto, en el top-5, hay tres elementos fichados por este presidente).

 

Una pregunta indispensable, llegados a este punto, es si Bale es para tanto, si verdaderamente vale una cantidad que podría superar los 120 millones de euros (es decir, alrededor de los 160 millones de dólares). Pienso que no, y supongo que el Madrid sabe que no, pero la lógica que se sigue es distinta: en el mercado no hay cracks disponibles –por mucho que se desee comprar lo que no está en venta- y el poder de marketing de esa contratación amortizará sustancialmente el dispendio.

 

Por eso pienso que Bale terminará jugando en la capital española, aunque en el camino el Tottenham, con tanto derecho como conciencia del momento, exprimirá al club blanco hasta hacer de este galés de 23 años el futbolista más caro de todos los tiempos.

 

Recientemente desechó una oferta por 98 millones de euros, sabedor de que el Madrid ya está encandilado y sacará algo más. Es el mismo Madrid que le arrebató a Luka Modric un año atrás por una cifra superior a la que realmente costaba el volante croata. ¿Por qué pagaron tanto por Modric? Por lo mismo que antes pagaron tanto por otros y pagarán tanto ahora por Bale: porque lo indecoroso de una propuesta sólo se resuelve dejando sin alternativa con muchos millones al resignado vendedor.

 

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