El mediodía del 4 de julio nada parecía extraño en la explanada del Zócalo de la Ciudad de México. Los maestros de la CNTE mantenían su plantón contra la reforma educativa. Parejas y familias paseaban por la explanada, que busca ser la octava maravilla del mundo. La bandera apenas si ondeaba.

 

Intempestivamente, unas 10 personas aparecieron, con actitud decidida, caminando hacia el asta bandera que se ubica al centro de la plancha. Colocaron dos escaleras para que igual número de personas, con equipo de rapel y cascos protectores, escalaran la estructura.

 

Los activistas de Greenpeace trepaban el asta mientras abajo llegaban policías del grupo de granaderos de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, elementos del Heroico Cuerpo de Bomberos y paramédicos del ERUM. La escena fue inmortalizada por los celulares y cámaras de los curiosos.

 

Una vez que llegaron a la mitad del asta colgaron una manta de 30 metros cuadrados en la que, sobre una enorme mazorca de maíz con la banda presidencial se leía: “Propiedad de Monsanto, Peña Nieto, tú eres el responsable”. Como ésta ha habido otras tantas protestas.

 

El activismo de Greenpeace es conocido en todo el mundo por su valentía para defender lo mismo a especies animales amenazadas, el hielo del Ártico o expresarse en contra del maíz transgénico en México o la ropa con sustancias tóxicas como la de la marca internacional Zara.

 

Políticamente incorrectas y desarrolladas en los lugares y momentos indicados, todas las formas de manifestarse de la agrupación pro ambiental coinciden el algo: la acción directa, trascienden los ‘likes’ de Facebook, van más allá del activismo de sillón.

 

Para expresar su inconformidad recurren a los métodos más audaces incluso arriesgando su propia vida y exponiéndose a ser arrestados. La organización ecologista surgida en 1971 echa mano de disfraces, carteles de gran calado, performances y demás caracterizaciones en zonas boscosas, mares y hasta en palacios legislativos. Sin avisar, cuando nadie lo espera, irrumpen para reclamar la defensa del medio ambiente.

 

Un ejemplo de lo anterior es cuando el pasado 16 de mayo cuatro activistas burlaron a los policías responsables de cuidar la Estela de Luz, desde las seis y media de la mañana y durante casi cuatro horas, escalaron 70 metros del monumento para luego desplegar una manta de 400 metro cuadrados con la imagen de una mazorca transgénica simulando una bomba de tiempo y la leyenda: No OGM (Organismos Genéticamente Modificados).

 

Como la protesta del Zócalo ésta fue para demandar a Peña Nieto la negación de permisos a empresas para sembrar maíz transgénico a escala comercial en campos del país. Entre los interesados está Monsanto que, junto con otras ocho empresas, pretende sembrar en Tamaulipas, Sinaloa, Coahuila, Durango y Chihuahua, pero la Secretaría de Agricultura aún no tiene una resolución oficial al respecto.

 

Desde las 6 y media de la mañana de ayer y durante casi cuatro horas, cuatro activistas de Greenpeace escalaron 70 metros la Estela de Luz, en Paseo de la Reforma, y desplegaron una manta de 400 metros cuadrados con la imagen de una mazorca transgénica simulando una bomba de tiempo y con el mensaje: No OGM (organismos genéticamente Modificados).

 

Los integrantes de la organización ambientalista mundial demandan al presidente Enrique Peña Nieto que niegue los permisos para sembrar maíz transgénico a escala comercial en territorio nacional.

 

Desde febrero pasado, la Secretaría de Agricultura debió resolver sobre las nueve solicitudes de cultivo comercial del grano transgénico que presentaron Monsanto y otras empresas para sembrar en Tamaulipas, Sinaloa, Coahuila, Durango y Chihuahua, pero aún no hay una resolución oficial al respecto.

 

Al pie de la Estela de Luz, Aleira Lara, de Greenpeace, sostuvo que el cultivo del maíz transgénico es una bomba de tiempo para el camp, ya que pone en riesgo las 59 razas del grano y miles de variedades que son la base para 600 platillos de la cocina mexicana.

 

La Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca, que debe dar una opinión vinculante, promovió en diciembre pasado la creación de un comité científico que evaluaría si es viable dicho cultivo comercial, ya que el país es centro de origen de este alimento. Las autoridades tampoco han dado a conocer los resultados de estos análisis.

 

A un lado de la Estela de Luz, Aleira Lara, de Greenpeace, emitió un mensaje para explicar los motivos de esta acción. Sostuvo que el cultivo del maíz transgénico es una bomba de tiempo para el campo nacional, ya que pone en riesgo las 59 razas del grano y miles de variedades que son la base para 600 platillos de la cocina mexicana.

 

Por ello pidió a Peña Nieto definir su postura a favor o en contra de la siembra del maíz transgénico y de las empresas trasnacionales que lo comercializan.

 

Con la misma demanda el 25 de abril dos mujeres de la organización se manifestaron dentro del salón de plenos del Senado de la República ante la sorpresa y desagrado de los legisladores.

 

En esa ocasión una de las activistas descendió a rapel desde uno de los balcones mientras que otra se paró frente a la mesa directiva, las mantas de ambas tenían la consigna “Maíz transgénico. Traición a la patria”.

 

Aquella ocasión el senador del PRI, Patricio Martínez, consideró las protestas como “insultantes” para el Senado.

 

Sin embargo la primera de una serie de protestas sistemáticas que ha desarrollado Greenpeace contra la siembra de maíz transgénico fue a principios de año en el Hemiciclo a Juárez, en la Alameda Central.

 

Aquella ocasión desplegaron una manta para cuestionar a Peña Nieto ¿transgénicos sí o no?, para que el mandatario definiera su postura sobre el tema. Dos activistas subieron a lo alto del Hemiciclo para colgar una manta con la pregunta.

 

Contra la moda tóxica

 

También hay otros temas que ocupan a Greenpeace y ese es el de los ríos tóxicos del país. El 22 de marzo del año pasado, en el marco del Día Mundial del Agua, varios activistas se desplazaron hasta la cascada de El Salto, en el Río Santiago, en la Zona Metropolitana de Guadalajara para exigir a las autoridades una política de ríos libres de sustancias tóxicas que se lleve a cabo a más tardar en el 2020.

 

Las imágenes mostraban lo que parecía ser nieve sobre la superficie, pero en realidad son sustancias contaminantes que desembocan en el río.

 

También la moda es objeto de crítica, pues según la organización ambientalista una maquila en Aguascalientes que trabaja para la marca internacional Levi´s, descarga aguas residuales con contenidos de altas sustancias tóxicas.

 

La moda no debería costarle al plante, acusaron y por ello colocaron una flecha de 100 metros para señalar el lugar donde inicia la contaminación tóxica de la maquila que desemboca directamente en el río San Pedro.

 

La marca española de moda rápida Zara, no se salvó de las críticas y Greenpeace encabezó un performance afuera de la tienda ubicada en Francisco I. Madero e Isabel la Católica, en el Centro Histórico para denunciar que las prendas que venda la firma contienen sustancias tóxicas peligrosas potencialmente cancerígenas.

 

Por ello exigieron al campeón de la moda rápida la misma rapidez con la que genera sus prendas, para desintoxicar los ríos de México, pues algunas de los tóxicos detectados se descomponen para formar disruptores hormonales, los cuales pueden ser liberados en los ríos alrededor de México.