No es nuevo –ni él, el primero en decirlo- que el pacto de caballeros quita a los futbolistas libertad. No es nuevo que en nuestro futbol hay demasiadas cosas por corregirse y de preferencia cuanto antes. Y tampoco es nuevo que Nery Alberto Castillo se convierta en huracán al conceder una entrevista.

 

Para empezar, aclarar algo: ¿Por qué eligió jugar para México? Porque su padre entendía que la infraestructura y máquina mediática de nuestro futbol, lo hacía más conveniente que ninguno otro para el entonces adolescente goleador. Pero hay otra razón previa y más poderosa: porque tuvo una irreparable ruptura con el futbol uruguayo. Los Castillo se quejaban de que todos los aspirantes a futbolistas en Uruguay debían firmar por un mismo representante (Paco Casal) y decidieron buscar otro destino; tenían pleno derecho a hacerlo, pero también asumían que podían estar haciendo trizas su relación con un personaje que controla todo en dicho balompié; en pocas palabras, quemaban las naves imposibilitando un retorno futbolístico. Sin autorización, Nery acudió a una prueba con el Manchester United (de hecho, en su departamento en Atenas tenía una foto con Alex Ferguson) y como represalia dejó de ser convocado a la Sub 17 charrúa.

 

Entonces comenzó un largo recorrido para alejarse de los tentáculos de Casal y por fin jugar. Así terminó en Grecia, con el Olympiakos, que de entrada no cumplía a cabalidad con lo que pretendían como siguiente paso en su prometedora carrera. El asunto es que demasiado pronto empezó a hacer goles, porque mucha calidad tenía, y ya en el 2003 brincó la noticia de su nacimiento potosino y elegibilidad para ir al Tricolor.

 

Aquí viene una larga historia de dimes y diretes con Ricardo Lavolpe, pero la realidad es que mientras los Castillo decían a la prensa que el muchacho aún no se decidía entre las selecciones de Uruguay y México (e incluso, Grecia e Italia), la verdad era distinta: ya habían elegido al Tricolor y todo dependía de Lavolpe.

 

Tres años después, Hugo Sánchez lo trajo a la selección y entonces vivió sus mejores momentos; precisamente tras su gran Copa América 2007 brotó una nueva tensión, esta vez con el Olympiakos y el directivo más importante del futbol griego, Socratis Kokkalis. Contra su voluntad, lo vendieron al Shakhtar ucraniano en una millonaria operación y ahí vivió su tercer rompimiento: nunca  se entendió con el director técnico Mircea Lucescu, quien –según Nery- le recriminaba haber sido impuesto por el dueño y no le concedía minutos.

 

¿De qué se quejaba en Ucrania? De no tener libertad, de sentirse preso entre un presidente oligarca y un entrenador que no lo usaba. Su carrera cayó en un tobogán que desde entonces no le ha permitido regularidad. El Shakhtar lo fue acomodando donde mejor le pareció, incluidos equipos de media tabla de Ucrania (Dnipro) y Grecia (Aris), o el Chicago Fire, donde tras seis meses de préstamo no fue comprado porque, según explicaban, no se adaptaba..

 

Entonces volvió al futbol mexicano con discreto paso por el Pachuca y tensa estancia en León. ¿Qué protesta de este último? Que el técnico Gustavo Matosas no lo quería y que en México no hay libertad. ¿Les suena? Sí. Como dice la canción, sólo un poco de historia repitiéndose.

 

Por eso es importante recapitular, ahora que Nery ha dicho algunas verdades inocultables del futbol mexicano, todo lo que no ha dicho. Y lo que no ha dicho es que sus protestas actuales ya han sido externadas con anterioridad. Lo que no ha dicho es que esas declaraciones podrían corresponder a su paso por otros países. Lo que no ha dicho es que quizá parte del problema lo tenga él, habiendo salido mal de casi todos lados. Pero, eso sí, como dijera a unos periodistas, “la diferencia es que yo estoy en Europa y tú estás en México”… Aunque no descarta volver a jugar en México.

 

 

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.