Y si dices que no pagas, mientes.

 

Durante los últimos días, un par de artículos han levantado cejas y reflexión enredes sociales. Por un lado, la espléndida investigación de Héctor de Mauleón sobre la prostitución y la trata de personas en México. Las descripciones y testimonios de mujeres jóvenes que, con engaños, son sustraídas de su hábitat para prostituirse son escalofriantes.

 

Por el otro, el portal chileno The Clinic recoge las impresiones de Josecarlo, un joven que, harto de Mctrabajos, decide felar a hombres maduros a cambio de jugosas gratificaciones económicas.

 

En ambos casos hay coincidencias de clientes y perversiones, pero no hablemos de eso. Hablemos de dinero.

 

La prostitución está en crisis.

 

En ambos casos, como otros en Inglaterra, Alemania, España y los Estados Unidos, la clientela de sexyservidores ha ido en picada -en el sentido más económico de la palabra.

 

Los clientes escasean y el dinero no fluye como anteriormente. Incluso, prostitutas han hecho rebajas a sus precios para poder conseguir un flow estable de clientela.

 

A eso, hay que agregarle el fenómeno de muchos hombres y mujeres que habían dejado el sexo servicio y, con la crisis económica, han regresado para solventar gastos.

 

Un informe de Médicos del Mundo señala que, además del regreso a la prostitución, las mujeres que se dedican a ello han aumentado, también, las prácticas de riesgo. El sexo sin condón, el sadomasoquismo, la dominación y otras filias se convierten en un valor agregado dentro del comercio sexual.

 

Y aún así, la crisis pega.

 

En Ámsterdam, las mujeres que trabajan en las marquesinas han hecho descuentos de mitad de precio con la esperanza que sus clientes regresen a tan famosa zona. Los llamados y rebajas han sido en vano.

 

No es para menos, con una crisis económica tan severa a nivel mundial y con perspectivas de crecimiento en caída según el Fondo Monetario Internacional, la sociedad recorta gastos, primeramente, en lo que se considera un lujo.

 

Comprar sexo es un lujo.

 

No sólo en el aspecto de la prostitución. Tan sólo en la compra de condones, los precios han subido en un 20%. La hotelería de paso ha aumentado precios o reducido tiempos de estancia. Los juguetes sexuales suben su costo conforme se dispara el dólar.

 

Hasta los famosos muñecos realdoll han aumentado su precio en un 30% en los últimos meses. Todo en búsqueda de un mercado empequeñecido.

 

Y la pregunta es ¿por qué si el mercado cayó, aún hay tanto delito a su alrededor y tanta gente con intenciones de entrar en él?

 

La respuesta es simple: por más malo que sea el mercado, siempre estará mejor y más grande que las oportunidades actuales de trabajos básicos urbanos.

 

Como sociedad, nos gana la libido, la calentura. En eso se basan productores de películas, condones, muñecas inflables y dueños de moteles.

 

Eso hace que el efecto en Grecia sea mayor. Los índices de prostitución en dicho país aumentaron en 150% en los últimos meses.

 

El sexo ha quedado como un artículo de lujo y la oferta ha aumentado. Esto hace claro que las reacciones y los riesgos aumentan y, con ello, también los problemas alrededor de la prostitución. Problemas de salud y sociales.

 

Problemas que, en muchos casos, pagaremos en instituciones de salud públicas y elementos de seguridad.

 

Así que, como ven, todos pagamos por sexo.

 

Aunque no lo sepamos.