“Antes me encabronaba que me confundieran con un mensajero”, dice Bernardo Fernández (Ciudad de México, 1972)  con su clásica camisa a cuadros abierta, playera negra, tenis, cabello corto, barba larga de candado y una arracada en la oreja. El novelista y dibujante de cómics, más conocido en el circuito literario como BEF, comenta entre risas que eso se le quitó cuando leyó en una entrevista que a Don DeLillo tampoco lo dejaban entrar a las instalaciones de su editorial por su vestimenta.

 

Autor de ciencia ficción que se considera como uno de los sobrevivientes de su generación, de entre mitad de los 60 y 70, pues considera que creció junto con otros artistas de su edad en un estado de permanente crisis, creciendo con el “no” todo el tiempo: no se puede hacer cine, no se puede hacer ciencia ficción, no se puede hacer comics, no se puede hacer rock;  “pero hemos demostrado que eso se pudo vencer”.

 

En la actualidad, hablar de ciencia ficción ya es un tema que se ha vuelto casi de costumbrismo, agrega el autor de “¡¡Bzzzzzzt!! Ciudad Interfase” (1999) y El llanto de los niños muertos (2004) gracias a la conquista del espacio por el hombre, la colonización de Marte en marcha y la omnipresencia telepática que generan los dispositivos conectados a internet; “ahora la ciencia ficción se ha convertido en realismo; todos estos referentes se diluyen en nuestro contexto”.

 

Para él, una de las causas de que no haya una generación de novelistas gráficos se encuentra en que durante décadas en México avasallaron los “maquileros” que hacían Lágrimas y risas, La familia Burrón y el Memín Pinguin y no le abrían la oportunidad a las editoriales para autor.

 

Esto quedó en evidencia, asegura, hasta hace pocos años cuando vimos cómo el modelo se agotaba, los tirajes disminuían, las temáticas eran siempre las mismas y sobre todo, de que nadie se dio cuenta que había que pensar a futuro. Ahora ya hay más apertura, hay editoriales, colectivos y hasta becas institucionales. Sin embargo, entre esa generación de los clásicos de las historietas y nosotros hay un vacío que no fue ocupado y que podrían ser mis abuelos”.

 

“Hacer novelas históricas de Zapata o Villa si me daría asco”, responde cuando se le pregunta si alguien como él viniendo del underground chilango, del fanzine, las autopublicaciones y de ese mundo analógico fuera de internet, puede ser ahora cooptado por el mainstream editorial para escribir y subirse a las corrientes de moda.

 

“Eso me daría nauseas pero tengo la conciencia tranquila de que no lo he hecho”.

 

Sentado en una de las pocas terrazas de Paseo de la Reforma y con el Ángel de la Independencia de fondo, describe que para él el éxito sería algo parecido a Iggy Pop cuando llegaba en limusina a sus tocadas punk, o de Malcolm McLaren quien decía en tono cínico que después de todo los Sex Pistols  habían sido un buen negocio, “pero voy a agregar otro ejemplo de lo que para mí es el éxito y lo dijo Michael Stipe de R.E.M, quien declaró: no nos estamos vendiendo, estamos comprando espacio hacia dentro y además nos pagan”.

 

Vuelve Andrea Mijangos

 

Ahora BEF promociona su nueva novela, Cuello blanco” (Grijalbo, 2013), una novela trepidante que continua con las aventuras de la agente Andrea Mijangos (a quien conocimos en su anterior libro: Hielo Negro, Premio Grijalbo de Novela 2011) en su afán por acabar con la Reina de las drogas sintéticas, Lizzy Zubiaga, que ahora se dedica al lavado de dinero teniendo como clientes a los mayores delincuentes de este mundo globalizado.

 

La historia resuma humor negro, “creo que es importante para contar esta historia”, explica el autor quien revela el enorme trabajo de investigación que realiza antes de sentarse a escribir

 

Y es que aun cuando la historia de Cuello blanco es ficción y total exageración contiene una investigación seria y refinada. “Investigué en la poca bibliografía que hay sobre lavado de dinero, consulté a dos financieros expertos e indagué sobre ese delito difícil de perseguir y aún más de tipificar”.

 

A pesar de que en la trama aparece un ilustrador y creador de comics, BEF no se identifica con él de ninguna manera, “para nada soy así, son como partes de algunos cuates que fui juntando para crear el personaje, ¿sabes con quién si me identifico cañón?”, pregunta entre risas.

 

“Con Lizzy, ella es todo lo que yo quisiera ser”, afirma con más risas.

 

Asegura que las aventuras de Lizzy y Andrea seguirán por lo menos en un libro más, “cuando empecé Hielo Negro me planteé hacer una trilogía, pero era cuando estaba de moda lo de Millenium (la saga escrita por Stieg Larsson) y pues no lo dije porque me iban a criticar que me trepaba en la ola”.

 

Por lo pronto trabaja en una novela gráfica sobre William Burroughs en México.