La culpabilidad o inocencia de Andrés Granier está a partir de ahora en manos de los jueces que fallarán si hay pruebas de los dos delitos graves de los que lo acusa la PGR. Eso será en la vía jurídica y penal, porque en la vía política, el ex mandatario de Tabasco ya fue juzgado hace tiempo y está pagando viejas culpas y ofensas al grupo gobernante que se remontan a la sucesión de la gubernatura tabasqueña en 2012, cuando el químico se rebeló a los designios de quien a la postre sería presidente.

 

El pecado político de Granier fue la soberbia. En enero de 2012, ya siendo candidato presidencial Enrique Peña Nieto, se analizaron en Insurgentes Norte los nombres de los aspirantes a la gubernatura de Tabasco por el PRI. En la oficina del candidato se decidieron por un favorito que, según las encuestas, ganaría y mantendría el estado para el priismo: Jesús Alí de la Torre. El ungido desde el centro tenía además un padrino y promotor muy cercano a Peña Nieto, Benito Neme Sastré, compadre y director jurídico de la campaña del candidato.

 

Pedro Joaquín Coldwell, a la sazón líder del PRI, le notificó a Granier la decisión pero el gobernador se negó a aceptarla: sus encuestas, decía, le indicaban que Humberto Mayans, su secretario de Gobierno, era el mejor candidato. Pero ocurrió que Mayans era militante del PRD y los priistas rechazaron su postulación. Granier insistió y sacó otra carta; Luis Felipe Graham, su secretario de Salud. Se inició entonces un estira y afloja que tensó la relación entre el gobernador y el candidato presidencial. Fueron días de golpeteos y descalificaciones entre los grupos priistas confrontados hasta que Peña Nieto decidió poner orden y envió a Pedro Joaquín a Villahermosa con la consigna de negociar: Jesús Alí para la gubernatura, Graham Zapata para la alcaldía de Centro y Mayans como candidato al Senado de primera minoría por PRI-PVEM.

 

Granier aceptó a regañadientes la negociación pero nunca estuvo de acuerdo. En los corrillos tabasqueños se afirma que el entonces gobernador buscó al candidato del PRD, Arturo Núñez, y le ofreció apoyo, a cambio de que no llegara Alí, el candidato del grupo peñista. Desde el Palacio de Gobierno de Villahermosa se boicoteó, afirman, la campaña del abanderado del PRI y las encuestas comenzaron a registrar una caída en las intenciones del voto priista, mientras la izquierda perredista crecía proporcionalmente.

 

La derrota arrastró no sólo al candidato a gobernador que fue superado por más de 80 mil votos, sino que el PRI fue barrido en todo el estado por la coalición Movimiento Progresista, que se llevó la gubernatura; 10 de 17 alcaldías, incluida la de Centro, donde al perder Graham Zapata por primera vez hubo alternancia; además de 18 de 21 diputaciones locales de mayoría; las seis diputaciones federales y las dos senadurías. Cuando se evaluaron los resultados en los estados, ya desde la oficina del Presidente electo, la conclusión fue clara: todo fue culpa de la “traición” del gobernador Granier. Tan convencidos estaban que la misma noche del 4 de julio, Peña Nieto llamó a Núñez para reconocer su triunfo y ofrecerle apoyo en la gubernatura.

 

Ocurrió entonces algo que terminó por sellar la suerte del químico que hoy está en la cárcel, acusado de lavado de dinero y fraude fiscal: el gobernador electo, Arturo Núñez, decidió olvidar su pacto con Granier y buscó a Enrique Peña Nieto, con quien se reunió a finales de julio en la Ciudad de México para ratificarle lo que ya le había ofrecido en aquella llamada telefónica de la noche de los comicios: él reconocería también su triunfo en la presidencia en cuanto fallara el Tribunal Electoral, a costa de distanciarse de Andrés Manuel López Obrador y sus denuncias de fraude.

 

En ese pacto Peña-Núñez surgieron los primeros datos de lo que a partir del 1 de diciembre se convertiría en una investigación formal de PGR sobre faltantes y desvíos de recursos federales en el sector salud del estado. Y ahí comenzó el proceso jurídico contra el ex gobernador de los 400 trajes y 500 pares de zapatos que hoy, enfermo y en prisión, sólo puede usar un solo traje: el de color caqui.