No se hagan bolas, pareció decir INEGI ayer cuando en un boletín de prensa dio a conocer sus cálculos sobre la clase media mexicana.

 

La conclusión del instituto de estadística del país es que, a pesar de que durante la última década se dio un ligero avance de cuatro puntos porcentuales en la población de clase media, México aún no puede ser considerado un país de clase media por la sencilla razón de que la mayor parte de su población aún pertenece a la clase baja.

 

El 39.2% de los mexicanos es considerada clase media, el 59% clase baja y el 1.7% clase alta, según INEGI que –entre otros considerandos- basa su clasificación en el tipo y cantidad de gasto que ejercen las familias y los individuos.

 

La cifra por sí sola abrirá un nuevo debate académico y político en el país sobre las variables a considerar para definir la llamada “clase media”. Sin embargo es meritoria la decisión de INEGI que, con el arsenal de cifras que tiene, dé un paso adelante, coloque una metodología y una cifra sobre la mesa que medirá el avance o retroceso de la clase media mexicana y, con ello, abra la necesaria discusión sobre el asunto.

 

De los datos que ayer arrojó INEGI, el que más llama la atención es el referido a la clase media urbana. Muchos percibíamos que en las ciudades del país la población de clase media ya había rebasado el 50%; pero las cifras del INEGI también lo han desmentido. Solo el 47% de los mexicanos, unos 33 millones, que viven en las zonas urbanas son de clase media. Ni siquiera la mitad de la población urbana es de clase media en México.

 

Esta situación de un muy escaso crecimiento de la clase media en los últimos años podría explicar un montón de cosas, como: La poca penetración bancaria en las familias, el uso raquítico del crédito bancario entre los mexicanos, la escasa penetración de la tecnología de las telecomunicaciones en los hogares, las consecuencias de los magros resultados de la educación pública, la fuerte expansión de las cadenas comerciales dirigidas a las clases bajas, e incluso, también puede explicar porqué ganó el PRI en las últimas elecciones presidenciales.

 

El hecho de que México aún no sea un país de ‘clasemedieros’ –como se pensaba- apunta al rotundo fracaso de esa otra clase -la política- que tuvo en sus manos la posibilidad de impulsar a los ‘clasemedieros’ del país, pero su mediocridad fue mayor que su altura de miras para llevarlo a cabo cuando pudieron.

 

BANORTE Y SU EXPANSIÓN

 

Ayer decíamos que el Grupo Financiero Banorte, que preside Guillermo Ortiz, había hecho una gran apuesta al desembolsar poco más de 3 mil millones de dólares para adquirir agresivamente a Banco IXE, la Afore Bancomer y quedarse con el negocio de los seguros y pensiones de su socio, Generali en México. La gran pregunta era de dónde obtendrían el dinero para todas estas compras. Pues bien, ayer Banorte anunció que hará una colocación accionaria para financiar su agresiva expansión reciente –y la que venga- por un monto –precisamente- de 3 mil millones de dólares.

 

Con esto, no descarte que Banorte traiga entre manos alguna otra compra estratégica en el mercado. Al tiempo.

 

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